PRIMERA PARTE (…continuación) Títulos 8 y 9.-  

 

 

LA GUERRA IRREGULAR

Luis Heinecker S

 

8. PARTIDO: POLITICA MILITAR

 

Organización.

Los diversos elementos estratégicos y tácticos debían ser estructurados en una "Política Militar”, que sustentará al partido revolucionario.

Eso es lo que vamos a ver ahora.

 

El Partido.

El Partido es el que organiza. En realidad, el Partido es todo.

En la concepción  revolucionaria de Lenin, a diferencia de la de Marx, el Partido es totalizante: es único, en sentido político; dirige la economía, la educación, las fuerzas armadas y de seguridad, etc.

Está por encima del Estado.

En la Unión Soviética, el Politburó del PCUS está por encima del Presidium estatal.

Pero es más que eso: dirige tanto las granjas colectivas, "koijoses", como las entidades juveniles "konsomols", o la prensa ("Pravda", Izvestia", "Tass", etc.), o el turismo (Intourist"), o el transporte aéreo ("Aeroflot"), o el ateísmo ("Ligas de sindiosistas"), o la ciencia, la cultura y las artes ("Academia de Ciencias de la URSS"), etc.

 

El Partido es Iglesia y es Dios.

Puesto que fija la “1ínea general" de pensamiento ortodoxo, de modo análogo a como fija las cuotas de producción ("Gosplan"), o la reeducación por el trabajo forzado ("Goulag").

 

El Partido es el que controla los movimientos internos de las personas a través de la "Cheka‑KGW.

Y el que planifica la actividad de los partidos subordinados y afines de todo el mundo, con el "Movimiento Comunista Internacional", y sus "Congresos" moscovitas (herederos de la Komintem y el Kominforn).

El Partido es todo y está sobre todo.

Es omnipotente, omnipresente y omnisciente.

En consecuencia, en su Comité Central (CC) cuenta con un "Bureau", llamado "Departamento Internacional del CC del PCUS", que viene a ser el Estado Mayor de la Guerra Irregular.

Ese "bureau" tiene una jefatura, que, a la época del inicio del Gobierno Militar en Chile, desempeñaba Boris Ponomariev, generalísimo de la Guerra Revolucionaria.

Lenin toleraba la participación en la lucha guerrillera de "elementos desclasados de la  población, lumpens y grupos anarquistas", contra la opinión de algunos bolcheviques que sostenían que tales individuos "desorganizaban y desmoralizaban" la guerra revolucionaria por su evidente “infantilismo izquierdista".

A ellos contestaba Lenin que:

 

        “lo que desorganiza el movimiento no son las acciones guerrilleras, sino la  debilidad del partido, que no sabe tomar en sus manos estas acciones...

        Son las acciones gue­rrilleras, secretas, fortuitas y no organizadas (las que) realmente desorganizan al parti­do...

        “Lo que decimos acerca de la desorganización puede decirse también en lo que se refiere a la desmoralización.

        Lo que desmoraliza no es la lucha guerrillera, sino el carácter inorganizado, desordenado, sin partido de las acciones guerrilleras"

("Obras Completas", cit., t. XI, p. 213).

 

Siguiendo a Lenin, pues, el Partido tomó en sus manos la organización de esas bandas de  "declasados, borrachos degenerados, lumpens y anarquistas". También los "moralizó".

En tal sentido Lenin precisó muy bien lo que el comunismo entendía por moral:

 

        "Decimos que nuestra moralidad está subordinada por completo a los intereses de la lucha  de clases del proletariado...

        La moralidad es lo que sirve para destruir la antigua sociedad explotadora...

        La base de la moralidad comunista está en la lucha por afianzar y culminar el comunismo.

        Esa es la base de la educación, la instrucción y la enseñanza comunista".

("Las tareas de las juventudes comunistas", octubre 1920, en: "Obras Es­cogidas", Moscú, Progreso, 1971, ps. 639, 640, 642).

 

El degollamiento, la castración, la desfiguración con ácido o bombas incendiarias, de inocentes mujeres y niños, ¿servía al triunfo final del comunismo ... ?

Sí. Pues entonces estaba resuelto el problema "moral".

Y no se hablaba más del asunto.

 

Sentados así los principios teóricos de la praxis revolucionaria, cabía instrumentarlos en el mundo occidental o en el "Tercer Mundo", después del empate atómico y de la guerra fría de 1950.

De eso se encargó el "Departamento Internacional de CC del PCUS".

 

A tal finalidad se contaba con una "Doctrina Militar”.

Las adaptaciones de Lenin al tratado "De la Guerra" del prusiano Karl von Clausewitz, acerca de la estrategia y la táctica, fueron el punto de partida de esa doctrina.

Lenin había llegado a definir al comunismo como “la alternativa de las tácticas".

 

Una de ellas era la "vía armada", que se insertaba en la concepción mayor de la insurrección de masas". De ahí surgía el criterio ‑ fácil de enunciar y difícil de practicar ‑ de que la guerrilla no debía perder contacto con la población. Relación cuadros‑masas.

El Partido era la "vanguardia consciente del proletariado".

Como tal "vanguar­dia lúcida", no le competía atrasarse, subsumiéndose en el pueblo trabajador; pero, tampoco, adelantarse con exceso, despegándose de su base popular. Cuadratura del círculo, legada a sus discípulos guerrilleros.

Después estaba la doctrina expuesta por el organizador del Ejército Rojo: León Davidovicht Bronstein, alias “Trotsky".

Genuino dirigente de la revolución de octubre en Petrogrado, en 1917, al caer en desgracia ante la cúpula del PCUS, había sido anatematizado. Trotskysmo pasó a ser sinónimo de herejía dentro de la iglesia comunista.

No obstante, de contrabando, sus teorías revolucionarias continuaron vigentes. En particular, las referidas a la política militar "hacia las Fuerzas Armadas" (lo que en Chile se conocería como "FAO", Fuerzas Armadas y de Orden).

Lenin había apuntado que si “la revolución no gana a las masas e incluso al ejército mismo, NO se puede pensar en una lucha seria.

De suyo se comprende que la propaganda en el ejército es necesaria",

y agregaba:

 

        “Nos hemos dedicado y nos dedicaremos todavía con mayor tenacidad a la  «prepara­ción» moral del ejército; pero no seríamos más que unos lamentables pedantes si olvidásemos que en el momento de la insurrección hay que luchar también físicamente por la conquista del ejército...

        El exterminio implacable de los jefes civiles y militares es nuestro deber en tiempos de insurrección"

("Obras Escogidas", Bs.As., Problemas, 1946, t. II, ps. 155, 156).

 

Esa primera tarea revolucionaria la sintetizó León Trotsky con esta frase:

"Una insurrec­ción no es tanto una lucha contra el ejército, como una lucha por el ejército".

Se basaba él en su propia experiencia para sobornar a las unidades desertoras del frente antigermano ruso en 1917; regimientos que, con los marinos de Kronstadt, fueron quienes depusieron al Gobierno Provisional de Kerensky (y no el PC, y menos, las famosas "masas").

Con propaganda desmo­ralizadora, derrotista, en las filas, y con promesas y subvenciones a los jefes, Trotsky consiguió su objetivo, a bajo precio. Se entusiasmó con el resultado, y lo teorizó.

Dividía la infiltración hacia el ejército, de la división en el ejército. Señalaba cuatro métodos de labor:

1) infiltración;

2) neutralización;

3) división; y

4) descabezamiento de las FF.AA.

Su teoría tuvo tanta acogida que se incluyó como cuarta condición, dentro de las "veintiuna condiciones", de Lenin, que la “Komintern" (III Internacional Comunista) estableció para poder ingresar como miembro pleno al comunismo internacional, y que decía textualmente:

 

        "Se hace imprescindible desarrollar una persistente y sistemática propaganda y agita­ción en el ejército y formar células comunistas en cada unidad militar.

        Los comunistas tendrán que realizar este trabajo casi siempre ilegalmente, pero renunciar al mismo equivaldría a traicionar el deber revolucionario y sería incompatible con el hecho de pertenecer a la III Internacional.”

 

Desde entonces el comunismo mundial operó con un aparato clandestino basado en las  "células", de unos pocos militantes, divididas por compartimentos estancos, sin comunica­ción horizontal, y con un solo responsable vertical.

Las teorías de Trotsky, que tan halagüeños éxitos habían proporcionado en Rusia, no  prosperaron como él esperaba en el campo internacional.

 

Luego de las insurrecciones alema­nas de Berlín y Baviera, de 1919, o la de Bela Khun, en Hungría, también en 1919, prácticamente fueron inaplicables, en otros países.

En Rusia habían funcionado por la derrota y el caos gubernativo.

Pronto se comprobó que los Ejércitos Regulares no eran tan permeables a los mecanismos de desmoralización y copamiento interno previstos por el jefe del Ejército Rojo.

Tan sólo quizás en Portugal, en 1974, se pudo dar un caso apropiado de "Política hacia las, FF.AA." (también merced a la derrota en la guerra colonial en Angola y Mozambique).

 

En las primeras décadas del siglo hubo sí esporádicas rebeliones de unidades menores, conducidas por suboficiales pasados al PC (como los casos chilenos de la sublevación de la Escuadra, del 1 al 6 de septiembre de 1931, en Coquimbo, Valparaíso y Talcahuano).

Pero más comunes fueron los ataques descabellados a asentamientos militares (tales como el efectuado al cuartel del 11 Batallón del Regimiento de Infantería Nº 7 "Esmeralda", en Copiapó, el 25 de diciembre de 1931).

 

Y el Partido Comunista se abroqueló en una política antimilitarista de "democratiza­ción" de las FF.AA., sin perspectivas de infiltración.

Quedó, eso sí, en pie el mecanismo del trabajo celular.

Que, en verdad, servía para todas las tareas ilegales del Partido: agitación y propaganda contra el sistema de gobierno, organizaciones de formaciones subsidiarias y satélites, sabotaje laboral, recolección de información reservada en los organismos estatales, infiltración en entidades religiosas, culturales y sociales, etc.

 

De todos modos, esa labor "por" y "contra" las FF.AA. nunca ha sido borrada del orden  del día de los PC del mundo.

Y, aunque un tanto hipotética, continúa figurando en sus manuales ‑el del mariscal V. Sokolovsky, v.gr‑ como una de las fases de la "guerra revolucionaria".

 

9. PARTIDO: MILICIAS DE AUTODEFENSA

 

Con el tiempo el comunismo arbitró otro procedimiento para instrumentar la "vía  armada": el que su jerga ideológica llamó de “insurrección de masas", o de "autodefensa", a cargo de “milicias" (TMM: en la nomenclatura chilena, “tarea militar de masas”) que debían ser el fermento de una "sublevación popular”.

Tal táctica corresponde a una situación deficitaria, de inferioridad estratégica, que obliga a  una defensa operacional.

En los manuales bélicos comunistas se plantean los tres datos que deben darse en la realidad y sus tres respuestas adecuadas, a saber:

Situación:

a,‑ Cuando el enemigo es fuerte

b.‑ Cuando se prevé que el combate, que intenta imponer el enemigo, será de resultado negativo.

c.‑ Cuando la "correlación de fuerzas" es desfavorable.

 

Respuestas:

a.‑ Retirada táctica para ganar tiempo

b.‑ Mantención de la tarea de desmoralización e infiltración (FAO) (FF. AA. y de Órden).

c.‑ "Acumulación de fuerzas", hasta conseguir el "equilibrio táctico", que permita retomar la ofensiva.

Esa disquisición funcional es correlativa de una distinción de orden orgánico, que  contempla las siguientes estructuras:

 

1.‑ de "desobediencia civil".

2.‑ de "resistencia civil”.

3.‑ de "resistencia paramilitar”.

4.‑ de "autodefensa".

 

A través de ellas se prepara la "crisis de ingobernabilidad" del sistema adversario, y se  pasa a la ofensiva con la FMP (Fuerza Militar Propia), que desplegará la guerra, urbana y rural, propiamente dicha.

Estos esquemas son los que han aparejado las más agitadas discusiones en el seno de las  corrientes ideológicas marxistas‑ leninistas.

 

Ya el célebre debate entre Trotsky y Stalin, el primero sostenedor de la tesis de la "Revolución Permanente", y el segundo de la del "Socialismo en un solo país", implicaba esta cuestión.

Las posiciones de los que aseveraban que la "correlación de fuerzas" sólo era mensurable con una "ofensiva táctica" que la verificara; y la de los que afirmaban que "acumulación de fuerzas" se imponía, sin ninguna empresa “aventurera", que pusiera en peligro las "bases" soviéticas.

Los primeros acusaron a los segundos de "burócratas"; los otros definieron a aquellos como “infantilistas de izquierda".

 

No es que unos fueran más "moderados" que los otros, o que éstos fueran más "radicales" que aquéllos. Ambos querían el Imperio Mundial Comunista, con el PCUS dominando el orbe, con los mismos métodos bélico‑policíacos del Estado totalitario.

 

El "stalinismo" no era menos ”revolucionario" que el "trotskysmo", ni éste era más "democrático" que su oponente. Era, simplemente, una cuestión de apreciación de las circunstancias. Mas, como ambos eran comunistas, no podían dejar las cosas en el terreno empírico. Debían elevarlas a la categoría doctrinaria, de la "teoría revolucionaria", del dogma ideológico.

 

En consecuencia, la iglesia soviética se partió en capillas.

 

Los trotskystas, expulsados de la Unión Soviética, fundaron en París la IV Internacio-nal.

Esta entidad se definió como plenamente “insurreccional", esto es, partidaria de golpear al enemigo "capitalista" cuando y donde fuera posible, sin sujetarse a los intereses diplomáticos de la URSS.

Ellos acusaban a los stalinistas de haber "traicionado" a la revolución, al practicar una política "oportunista" y pragmática con los Estados no comunistas.

En realidad, Stalin y sus continuadores en el gobierno soviético, lo que hicieron fue desdoblar las funciones.

Una tarea “legal”, a cargo del Estado ruso, para llegar a acuerdos transitorios con el mundo occidental, y otra “ilegal", manejada clandestinamente por el Agit‑Prop del Partido.

Lo que se apreciaba muy claramente en las legaciones extranjeras de la URSS, donde el embajador cumplía ceremoniosamente sus funciones protocolares, mientras un "residente" de la Cheka‑KGB se ocupaba de las faenas "sucias".

 

En todo caso, los stalinistas devolvían las gentilezas verbales de los trostkystas acusando a éstos de "agentes provocadores del imperialismo", de ser una especie de "caballos de Troya", infiltrados en la ciudadela revolucionaria, con el solo fin de frustrar con su tremen­dismo "maximalista" las pacientes empresas de los obreros revolucionarios.

Es un debate de nunca acabar. Y en el que no cabe terciar, puesto que se trata de dos maleantes de igual catadura moral.

 

        Volvamos a la "autodefensa".

 

Se trata, como dijimos, de una organización paramilitar, o miliciana.

Ya sea como un  partido estrictamente insurreccional (caso del MIR chileno), o de un desdoblamiento funcional de un partido aparentemente legal (caso del PC chileno), la tarea es prácticamente la misma.

 

Consiste en insertarse en poblaciones urbanas periféricas o marginales, además de otros sectores (sindicatos fabriles, estudiantes, campesinos, etc.), armarlos con armas livianas, o de fabricación doméstica ("cocteles Molotov", granadas caseras), y lanzarlos a provocar todo tipo de rebeliones localizadas.

Barricadas, miguelitos, destrucción del alumbrado público y de las cabinas telefónicas, incendios de neumáticos, manifestaciones de protesta, llamadas falsas a la policía, etc., configuran la "gimnasia revolucionaria" inicial de estos aprendices de guerrilleros.

 

Comienzan por incitar a los pobladores a las ocupaciones ilegales de terrenos y los asentamientos clandestinos, para ir evolucionando hacia actividades más delictuales. Usan cadenas para atar los cables conductores de la electricidad y así generar cortocircuitos, primero.

Luego, llegarán hasta la colocación de un artefacto explosivo en una torre de alta tensión.

 

De la simple introducción en un fundo agrario, con campesinos adoctrinados al efecto, pasarán a tomar como rehenes a los propietarios y, dado el caso, a su asesinato.

 

De sembrar con clavos "miguelitos" las calzadas para entorpecer el transporte colectivo, avanzarán hasta arrojar bombas incendiarias contra buses en marcha. Etcétera.

 

Esa es la "autodefensa".

Una típica banda delictual que apenas se distingue de los otros grupos criminales antisociales por la propaganda ideológica con que rodea sus actividades.

Como las "barras bravas" del fútbol, su especialidad son los destrozos.

Técnicamente, más que "revolucionarios", son "revoltosos", rebeldes, con o sin causa. Vandalismo, sin más. Son faenas para el 1umpen‑proletariat", la "canalla" o "golfocracia"; los "declasados", que mencionara varias veces del modo más despectivo posible Karl Marx, en el “Manifiesto Cornunista” y en "La lucha de clases en Francia".

 

        En los años finales de la década de 1960 y los primeros de la década siguiente, Chile  asistió al debate sobre el tópico.

 

        El MIR, primero, y después el Partido Socialista bajo la conducción de los "termocéfaIos" de Carlos Altamirano (con sus socios del MAPU), se decla­raron abiertamente por la implementación de estas tareas paramilitares, que llamaron del "Poder Popular”.

 

        El PC, la CUT, el PR, con Salvador Allende en el Gobierno, se mostraron más renuentes en aceptar esas prácticas que juzgaban "aventureras", de los "cordones industria­les", los "comandos poblacionales", y los diversos "frentes" subversivos, tales como (FER: Frente de Estu­diantes Revolucionarios; FTR: Frente de Trabajadores Revolucionarios; MCR: Movimiento Cam­pesino Revolucionario, etc.).

        Aunque el GAP (Grupo de Amigos Personales), las JAP (Juntas de Abastecimiento Popular), la "Brigada Ramona Parra", etc., no se distinguían, precisamente, por su 1egalismo".

 

Como fuere, lo cierto es que, paradójicamente, ambos se dieron la razón implícitamente. 

 

        El MIR, con sus violentos desórdenes, contribuyó a crear las condiciones caóticas que obligaron a la instalación de la Junta Militar el 11 de septiembre de 1973. Ellos habían acusado a Allende de "reformista", por vacilar en dar el paso a la fase siguiente de la guerra civil, de la insurrección abierta.

        Pues, a raíz del Pronunciamiento Militar, el MIR decidió pasar a la etapa de "acumu­lación de fuerzas", o sea, el "reformismo" defensivo del que acusaban a Allende.

 

        En cuanto al PC, que impugnaba al MIR y a los socialistas de Altamirano por su "ultraizquierdismo aventurero", creaba en 1983 sus fuerzas de "autodefensa", las Milicias Rodriguistas, y su FMP, el Frente Manuel Rodríguez, con vistas a una ofensiva táctica que cambiara la "correlación de fuerzas".

        Nunca se han reconocido mutuamente los giros dados hacia las posiciones sustentadas por los otros. Pero son peleas domésticas, entre primos hermanos... que se odian cordialmente.

 

        El MIR, que autodecidió que era "el” Partido Revolucionario, se dio tempranamente una estructura paramilitar. Desde arriba hacia abajo ésta era la siguiente:

 

-         CP: Comisión Política, del CC, órgano ejecutivo, con su Secretario.

-         CC: Comité Central, de dirección nacional.

-         CR: Comité Regional

-         GPM: Grupo Político Militar, de carácter local.

-         UB: Unidad de Base, elemento primario, celular,

 

        En su documento de 1979, titulado: "El manejo de la táctica política", el MIR preveía que debía atravesar las siguientes etapas:

 

1ª Acumulación de fuerzas, para consolidar la "vanguardia".

2ª Ofensiva táctica, para probar si la correlación de fuerzas aún le era desfavorable.

3ª Ofensiva estratégica, con equilibrio táctico, para desatarla crisis de ingobernabilidad.

4ª Asalto y toma del poder.

 

        La historia, no nosotros, puede acreditar que nunca pasaron a las etapas últimas, y que se  quedaron en las primeras, hasta que prácticamente desaparecieron en 1984.

        Lo que no quiere decir que, en su momento, no constituyeran un elemento activo de la  guerra irregular, oscilante entre la "autodefensa" y la "guerrilla" propiamente dicha,

 

        De la estructura militar del PC nos ocuparemos más adelante.

        Pero cabe ya anotar que en  su disputa con el MIR, sobre la oportunidad o inoportunidad de la vía armada, el PC, como siempre, mintió.

 

        En el curso del Primer Pleno del Comité Central en el exilio, en agosto de 1977, en Moscú, el Secretario General del PCCh, Luis Corvalán, dijo:

 

"Después de las elecciones de marzo de 1973 lanzamos la consigna de "no a la guerra civiV' y simultáneamente intensificamos la preparación combativa de aquellos militantes que ya trabajaban en este frente y los pertrechamos de algún armamento...

        La CUT... llamó a la formación de comisiones de defensa... y convertir dichas comisiones en unidades de combate, de hecho, en milicias obreras... alrededor de diez mil obreros alcanzaron a organizarse en esas comisiones"

(citado por: Juraj Domic K., "Política Militar del Partido Comunista de Chile", Santiago, 1988, p. 64).

 

        Esos eran los “legalistas" que amonestaban al MIR por su "aventurerismo belicista..."

        Retenga el lector la fecha: marzo de 1973. Y antes de ese momento "ya trabajaban" en ese frente de autodefensa, fase de partida de la guerra irregular.

 

        Si el lector es desprejuiciado, si no está obnubilado por la propaganda que le ha hecho creer que fueron los militares quienes inventaron una situación de guerra interna en Chile para hacerse con el poder, sabrá poner las cosas en su lugar.

 

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