PRIMERA PARTE (continúa…) Titulos 1-2-3.-
Luis
Heinecker S
1.
INTRODUCCION
Desde el
Génesis y conforme a
Los
conflictos humanos resueltos con las armas. Guerra. Pero no de cualquier modo,
sino mediante una organización que
permita el uso del armamento de la manera más eficaz. Que facilite la solución
del conflicto con la menor cantidad de pérdidas humanas. Una solución racional a
una tensión pasional.
Nuestro
idioma cuenta con dos palabras originales que dan forma al hecho.
"Werra",
viene del lenguaje visigodo, y es el
equivalente a conflicto insolucionable por las vías diplomáticas de la
negociación.
"Bellum"
es latina. Es la guerra; el conflicto armado. Al mismo tiempo implica las normas
del conflicto: la fuerza armada, organizada para enfrentar la beligerancia. Y el
consiguiente adagio que exhibe su finalidad: "si vis pacem, para bellum". Si
quieres preservar la paz, prepárate para la guerra, mantén lista tu fuerza
armada.
"El fin
de la guerra es la paz", dice San Agustín.
El
combate bélico no es un fin en sí mismo; sólo un medio para hallar la justicia
que define a la paz.
Tampoco,
en sí mismo, es un medio prohibido en absoluto a los humanos por la ley moral.
Cristo no ordenó al Centurión romano que abandonara su profesión militar. Claro
que en un plano más elevado y, por tanto, voluntario, de la perfección humana,
el combate se traslada de lo externo a lo interno.
"Yo no
he venido a traer la paz, sino la guerra", dice Cristo. Completa a Job, para
quien la "vida del hombre sobre la tierra es combate". Hablan del "buen
combate", que elogiara San Pablo. La lucha del hombre por domeñar sus pasiones,
con la ayuda de Dios. Combate que sólo concluye con la muerte, con
Podrán
arbitrarse convenciones o tratados para la "solución pacífica de los
conflictos". Son deseos laudables. "Bienaventurados los que trabajan por la paz"
(los que "trabajan", operan, no los
que hablan de la paz). Aun, por la paz del mundo; aunque
Pero, en
las leyes que estructuran esas metas pacíficas, siempre se prevé la posibilidad
de su ruptura.
En
Ante esa
realidad, como ante cualquier otra realidad, también siempre han aparecido
posiciones utopistas. Que niegan la
consustancialidad de las pasiones y las tensiones consiguientes. Que no admiten
una falla originaria en la especie humana. Y que aspiran a realizar al fin de
El
racionalismo piensa que puede absorber la totalidad de la conducta humana y, por
lo tanto, suprimir la guerra por decreto. Decreto que, primero, se encamina a la
supresión del instrumento racional para efectuar la guerra:
Tales
quimeras tienen su registro histórico:
Precisamente, la irracionalidad del arsenal bélico atómico, con su peligro
genérico para
La
guerra "regular", con armamento "convencional", continúa regida por las normas
éticas y jurídicas que vienen desde los sumerios.
No
obstante, hay ahora otro tipo de guerras que escapan a esa normatividad.
Una, de
casi imposible o inimaginable aplicación: la guerra atómica, que
Y las “Guerras Irregulares”, que son las que mayores disputas teóricas han
ocasionado. Y que, en su forma de “Terrorismo", también han merecido la condena
total de
Sobre
ellas hablaremos a continuación.
2. IRREGULARIDAD
“Irregular”, porque no cumple las reglas. Las reglas técnicas, jurídicas o
morales.
A fin de
no ser confundido con la población civil, el combatiente de un Ejército debe
usar un uniforme. Esa vestimenta, al distinguirlo del civil, permite al
adversario no atacar indiscriminadamente.
De ahí
que
Puesto que el "miliciano" o irregular, si algo evita, es el diferenciarse de la
población común. Su "camouflage" o ropa de cobertura es su vestimenta
civil. ¿Para qué...? Para cumplir, en lo externo, con el precepto de esa guerra
fijado por Mao‑Tsé Tung de mimetizarse en el pueblo "como el pez en el agua".
Que el
hombre común, que no ha participado en la acción bélica, tenga que correr la
suerte del "partisano", voluntaria o involuntariamente, es una de las normas
antijurídicas y antiéticas de este tipo de conflagración.
Así, el
esfuerzo de siglos de la civilización por regular la lucha bélica se desmorona.
El conflicto deja de reconocer límites precisos, se torna total y, por ende,
inhumano.
“Irregular”, sin reglas, sin límites. Sin frentes.
En todo combate hay una línea divisoria entre las fuerzas de uno y otro bando,
que luchan por el dominio de un terreno. Eso sucede en la guerra convencional o
tradicional, sea ésta externa o "nacional", o interna o "civil".
"Sin
novedad en el frente", la famosa novela pacifista del alemán Erich María
Remarque, no tiene aplicación a la guerra
irregular, porque (en ésta?) ahí no hay frentes. O todo el territorio es un
mismo frente.
Esta
guerra (irregular) en todas sus primeras etapas es interna a un país; es como
una "guerra civil". Alimentada desde afuera, lo que también suele acontecer con
las conflagraciones domésticas.
Con
"santuarios" fronterizos, lo que ya es más propio del conflicto irregular. Pero
sin áreas territoriales en poder del bando irregular (hasta su último período,
en que se enquista en "zonas liberadas").
¿Entonces, dónde se combate...?
En todas
partes. En el campo, en la ciudad, en la calle, en las casas, en los vehículos,
en los medios de comunicación...
¿Cómo...? Sí, porque no es una guerra por
la tierra, sino por la gente.
Por la mente de la población. Busca conquistar personas, no espacios
geográficos. Convencer para vencer.
Su
frente es la siquis humana.
Por lo
que es denominada, con propiedad, "guerra sicológica".
De
agresión a la mentalidad humana, individual y colectiva.
Por
ello, inhumana. Violadora, sistemática y por principio, del derecho de la
personalidad, de la privacidad de la conciencia.
Todos,
en todo momento y en cualquier parte, quedamos expuestos a esa contaminación
bélica.
No hay
fortificaciones aislantes.
El civil
no combatiente no halla un refugio antiaéreo, una tierra de nadie, un sector
desmilitarizado en el cual substraerse al efluvio del "fuego" irregular.
No lo
encontrará porque, precisamente a él, civil, lo buscan los "proyectiles" de la
guerra sicológica.
El
carecer de asilo ‑ derecho inmemorial de la civilización occidental ‑ es una de
las características de la “Irregularidad”.
Con los
dos ejemplos propuestos hemos ilustrado este pantallazo inicial a la "guerra
moderna".
El
hombre o mujer de la calle se desconcierta.
Mira y
no ve soldados uniformados que avancen contra su comuna o población.
No hay
ruido de tanques o de aviones.
No
divisa una línea de fuego próxima o distante, como la que ha visto en las series
de televisión o en las películas del cine.
Se cree
tranquilo, en paz.
Prende
la radio y se encuentra con que el programa musical está interferido por una
emisión clandestina, que pasa un "parte" operativo.
Oye una
explosión. Sale a la puerta y ve que el poste del alumbrado público ha sido
destruido por una carga de dinamita.
El bus
que transita por la avenida es atacado con bombas incendiarias o de cianuro que
queman al conductor y a una guagua que iba en brazos de su madre.
¿Qué es
esto, se pregunta ... ?.
Si
interroga a personas que él supone de mejores conocimientos, al profesional, al
político, al clérigo, le dirán que esos son sucesos policiales, casos criminales
aislados.
Que eso
no es guerra, propiamente dicha, porque no hay frentes y no hay ejércitos
uniformados enfrentados.
Que no
se preocupe.
Que no
crea en las exageraciones del gobierno, que a cualquier incidente opositor llama
"guerra".
Se
tranquiliza. Toma su auto para volver al trabajo. Se interna en el tránsito
céntrico. En una esquina se detiene ante el semáforo rojo. A su lado, estaciona
un furgón de Carabineros.
De
repente, una ráfaga de sub-ametralladoras es lanzada por unos motociclistas que
se fugan. Las balas han atravesado el parabrisas del automóvil civil. Su
conductor ha muerto.
Nunca
sabrá que él era parte de esa “guerra irregular”, no declarada, pero si
ejecutada por el marxismo internacional.
3. BIBLIOGRAFIA
Vamos
por partes.
Estudiemos el fenómeno que nos desorienta. Consultemos los libros.
El
locutor de la radio ha hablado de "atentado terrorista".
Terrorismo. Acudamos a lo que tenemos más a mano. El diccionario Espasa‑Calpe
nos da una definición gramatical. "Miedo, espanto, pavor de un mal que amenaza o
de un peligro que se teme". Describe el pánico que sobrecoge a una masa de
gente. Y cita ejemplos históricos.
El
período del "Terror" jacobino, durante
Es una
noción genérica, claro está.
Damos un
paso más en la biblioteca.
En el
"Diccionario de ciencias jurídicas, políticas y sociales", del jurista
republicano español Manuel Ossorio y Gallardo, el punto se define así:
"Dominación por el terror. Sucesión de actos de violencia ejecutados para
infundir terror”.
Esta definición, tomada del diccionario de
contra
las personas,
ya sea
contra la libertad,
contra
la propiedad,
contra la seguridad común,
contra
la tranquilidad pública,
contra
los poderes públicos y el orden constitucional
o contra
la administración pública.
Sin
embargo, el terrorismo pudiera estar incluido dentro de los delitos de
intimidación pública…
No hemos
avanzado mucho en el conocimiento del fenómeno que nos inquieta.
Son
libros viejos. Como el "Diccionario de términos militares para las Fuerzas
Armadas", de
Evidentemente, habrá que buscar bibliografía moderna. Para no quedar nos en
ayunas, como esos obsoletos políticos que tan mal aconsejaron al vecino que
murió en su auto.
Leer,
v.gr.,
-
a Eugéne Aroneanu ("Les formes de l'agression", en:
"Revue de Droit Internationai, de Sciences Diplomatiques et Politiques",
Ginebra, NO 4,1958),
-
al general francés André Beautré ("La apuesta del
desorden", 1971),
-
a Bernard Brode ("Guerra y política", 1978),
-
al Comando General del Ejército, de
-
a L. Crahay ("Arte de la guerra moderna", 1977),
-
al general español Díaz de Villegas (1a guerra
revolucionaria", 1959),
-
a Franco Fornari ("Psicoanálisis de la guerra",
México, 1972),
-
a Raymond L. Garthoff ("Doctrina militar soviética", 1956),
-
a Georgio Grivas ("Guerra de guerrillas", 1977),
-
a Jober Chateau ("La confrontación
revolución‑contrarrevolución", 1977),
-
a Mao‑Tse Tung ("La guerra de guerrillas", 1966),
-
a Richard Nixon ("La verdadera guerra",
Madrid, 1980),
-
a Douglas Pike ("Vietcong", 1968),
-
a Sir Robert Thompson ("Defeating communist insurgency", 1966),
-
al Coronel Roger Trinquier ("La guerra moderna y la
lucha contra las
guerrillas", Barcelona, 1965),
-
y a U.S.A., Ministerio de Ejército ("Operaciones
contra fuerzas
irregulares", Washington, 1962), etcétera.
Muchas más obras existen acerca del tema. De
escritores comunistas y anticomunistas; porque tanto en unos como en otros el
fenómeno que
los
antiguos consideraban "policial" es netamente definido como bélico.
Claro que si el lector
común no quiere o no puede acudir a esa masa ingente de libros, podría
conformarse con
lecturas
más amenas. Como las novelas del escritor francés Jean Lartéguy (en especial:
"Los
centuriones" y "Los pretorianos"), que han sido llevadas al cine.
De todos modos, intentaremos dar una síntesis
conceptual al alcance de cualquier persona sensata.
Reproduzcamos, por ejemplo, ciertos pasajes de la
obra del especialista francés Claude Delmas,
"La guerra revolucionaria".