PRIMERA PARTE
(continuación) Títulos 6 y 7.-
Luis
Heinecker S
6.
IDEOLOGIA REVOLUCIONARIA
"Se
entiende por revolución ‑
dice el Coronel Pierre Chateau‑Jobert, jefe de comandos SAS, paracaidistas
‑ una negación de todos los valores del
ser". "Todo lo que ataca la dignidad del hombre y perjudica sus verdaderos
derechos o el cumplimiento de sus deberes, es expresión de una rebelión contra
el orden natural: es la revolución".
Así
de amplio es el espectro revolucionario.
Claro
que, en nuestra época, la revolución se identifica con una ideología, la
comunista.
Basada en Hegel, proyectada por Marx y Engels, ejecutada por Lenin y Trotsky,
codificada por Stalin, es la ideología revolucionaria por excelencia.
A
partir de su núcleo soviético se extendió por el mundo como una mancha de
aceite, configurando el Nuevo Islam.
Sus
creyentes aspiraban al Imperio Universal. Por
"todos los medios de lucha",
incluyendo los de la "Guerra
Revolucionaria". Que se gesta tras el
"empate atómico", cuando
Como
el armamento atómico, por su incalculable capacidad destructiva, impide, en la
práctica, una guerra convencional entre los dos bloques en que se dividió el
mundo con la "guerra fría", el sovietismo dio paso, “luz verde", a un nuevo tipo
de confrontación bélica: la guerra
irregular o revolucionaria.
Irregular,
por sus métodos, los de la táctica guerrillera;
revolucionaria, por su ideología, la
del marxismo‑leninismo.
Si leemos a Mao‑Tsé Tung, en algunas de sus obras (v.gr. "El movimiento
campesino en la provincia de Hu‑Nan", marzo de 1927; "Los problemas estratégicos
de la guerra revolucionaria en China", diciembre de 1936), contaremos con
una primera idea del enfoque comunista de esta especie de guerra.
Dice Mao:
"La revolución es
un pacto de violencia,
la
acción despiadada de una clase que derriba el poder de otra clase... Nuestra
guerra es una
guerra revolucionaria...
Es por eso que debemos estudiar no sólo las leyes de la guerra en general, sino
también las leyes específicas de la guerra revolucionaria...
Para suprimir la guerra no existe más que un medio: luchar por la guerra contra
la guerra, por la guerra revolucionaria contra la guerra
contrarrevolucionaria...
Todas las guerras de la historia se dividen en todo y por todo en dos
categorías: las guerras justas y las guerras injustas...
Todas las guerras contrarrevolucionarias son injustas, todas las guerras
revolucionarias son justas...
Ha sido demostrado que tenemos necesidad no sólo de una ajustada línea política
marxista, sino también de una ajustada “línea
militar marxista".
La línea marxista militar ya había sido esbozada por Lenin.
“Una
lucha inevitable",
decía, refiriéndose a lo que llamaba la “lucha guerrillera"; una
“lucha a muerte”, bajo las formas del terror.
Y agregaba:
"El marxista no puede considerar de un modo general como anormal y
desmoralizadora la guerra civil o la
lucha guerrillera,
que es una de sus formas de manifestarse.
“El marxismo pisa sobre el terreno de la lucha de clases y no sobre el terreno
de la paz social...
“Se dice que la guerra de guerrillas acerca al proletariado consciente a los
borrachos degenerados y desclasados. Y esto es verdad.
“Pero lo único que de aquí se desprende es que el partido del proletariado no
debe considerar la guerra de guerrillas como el único, ni siquiera como el
fundamental medio de lucha, sino que debe supeditarse a otros...
“La guerra de guerrillas, el terror de masas... contribuirán indudablemente a
enseñar a las masas la táctica acertada durante la insurrección...
“Las masas deben saber que se lanzan a una lucha armada sangrienta, sin cuartel.
“El
desprecio a la muerte debe difundirse entre las masas y asegurar la victoria.
La ofensiva contra el enemigo debe ser lo más enérgica posible: ofensiva, y no
defensiva: ésta debe ser la consigna de las masas:
exterminio implacable del enemigo:
tal será su objetivo".
("Obras Completas", Bs. As., Cartago, 1965, t. XI, ps. 214 ‑ 215, t. li, ps.
154 ‑ 159).
Lucha guerrillera en Lenin (combinada con el terrorismo), que en Mao toma su
nombre técnico de "guerra revolucionaria". Calificativo que deviene de su
adscripción a la revolución.
De tal ideología se pueden dar cientos de definiciones y transcribir miles de
textos.
Por lo pronto, cabría reproducir casi íntegro el "Manifiesto Comunista" (1848),
de Karl Marx y Friedrich Engels.
Como esto no es un tratado de ciencia política, creemos que el lector podrá
tener una idea aproximada de esa religión negativa que es el marxismo‑leninismo,
con una sola cita. Cita que describe bien la naturaleza intrínsecamente utópica
(y, por eso, perversa) de esa teoría, aplicándola al terreno de la guerra
irregular, por alguien compenetrado de esa doctrina y su “praxis”
correspondiente.
Son fragmentos del artículo titulado:
"El
socialismo y el hombre en Cuba"
(publicado en Montevideo, en marzo de 1965), cuyo autor era Ernesto "Che"
Guevara, y que dicen así:
"Podemos intentar injertar
el olmo para que de peras...
“Las nuevas generaciones vendrán
libres del pecado original...
“Particularmente importante es la juventud, por ser la
arcilla maleable
con
que se puede construir el
hombre nuevo
sin
ninguna de las taras anteriores...
“No hay vida fuera de la revolución...
“El revolucionario, motor ideológico de la revolución dentro de su partido, se
consume en esa actividad ininterrumpida que
no
tiene más fin que la muerte...
“Haremos el hombre del siglo XXI: nosotros mismos".
Ahí está el meollo del motor autodinámico del guerrillero revolucionario.
En la irrealidad contra natura, de la utopía.
La revolución es “la negación de todos los valores del ser", una rebelión
contra el orden natural".
Negar el ser de las cosas es lo más grave que se puede pensar.
"Hay
un pecado
‑ dice el gran escritor inglés Gilbert Keith Chesterton‑: decir que es gris
una hoja verde, y se estremece el sol ante el ultraje".
Pretender que una hoja verde es gris es lo mismo que “intentar injertar el
olmo para que dé peras". Subjetivismo inmanentista potenciado por un
voluntarismo absoluto. Supone el olvido de esta advertencia del gran poeta
español Antonio Machado: "El ojo que ves
/ no es / ojo porque tú lo veas; / es ojo porque te ve".
Pero
va más allá. No se queda en el escepticismo o en el agnosticismo.
El
ateo "Che" Guevara no sólo quiere cambiar el mundo social y la naturaleza
física, sino que imagina crear un "hombre nuevo".
Prometeo desencadenado y trocado en demiurgo. Combinación explosiva: optimista
social, pesimista trascendental. No admite la eternidad; desea eternizar el
tiempo. Ha borrado el cielo de su vista; pero ambiciona bajarlo a la tierra. No
acepta el pecado original; y sueña con el restablecimiento del paraíso terrenal.
A ese
efecto violentará lo que sea la conciencia humana, entre otras cosas. " l
“¡Húndete en el fango, abraza el carnicero, pero cambia el mundo!", aconseja un
personaje del dramaturgo marxista Berthold Brecht.
Cambiar todo, destruir el orden natural, sin remordimientos de ninguna especie.
El utopista desemboca, necesariamente en la violencia. No en cualquier
violencia. Una violencia profunda, teorizada, sistematizada, justificada,
sacralizada.
Cuando el utopista secuestra, roba, extorsiona, lesiona y mata, no lo hace como
un criminal común. Rechaza la condena, y reclama los laureles de los héroes.
Porque ha cumplido con la "Ley de
Aunque el "socialismo real" no se parezca en nada a las lucubraciones marxista.
Porque la utopía es lo que no es, ni ha sido nunca, pero, por eso mismo, será‑‑‑
Contra ese fideísmo no cabe razonar.
Bien
dice el estudioso de la guerra revolucionaria, Claude Delmas, que
"el militante comunista se comporta, en
conjunto, aproximadamente igual que el combatiente religioso, al menos de una
religión casi primitiva... que tiene como característica esencial poner en
juego sólo medios humanos".
Añade:
“El
combatiente‑militante ha reencontrado la conciencia de la realidad del mal sin
los medíos de expiación antaño abiertos a los pecadores".
La
catarsis del pecador social se hallará exclusivamente en el fuego purificador.
Algo
que únicamente se puede comprender con los ojos de la fe marxista, cuya iglesia
es el Partido Comunista.
Un
dogma que cuenta con sus ortodoxias y sus heterodoxias, y con doctores con su
respectiva capilla.
De
esa entelequia nace la guerra revolucionaria.
Una
caldera a presión cuya válvula de escape
es el odio al cambiante "enemigo de
clase". Una huida hacia adelante, que
"no tiene más fin que la muerte",
según decía el "Che" Guevara.
Bien,
bastante más cabría exponer acerca del sentido hondo de la revolución.
Creemos que basta con la definición dada por S.S. Pío XI en su Encíclica
"Divinis Redemptoris", de 1936: es una ideología
"intrínsecamente perversa".
No
simplemente mala, sino pésima, y no por accidente, sino por naturaleza.
Ahí
está la médula de esta guerra irregular. Aclarado lo cual, ya podemos pasar a
otro punto.
7.
TERRORISMO
Guerrilla. Revolución. El tercer ingrediente se llama
terrorismo.
En
esto, como en lo anterior, el maestro es Lenin.
Heredero de las tradiciones nihilistas rusas, Lenin, a diferencia de otros
socialdemócratas, nunca le hizo asco al terrorismo.
Sus
“lecciones" al respecto son muy explícitas:
"La lucha armada persigue dos fines distintos...
1) esta lucha va dirigida en primer lugar a
dar muerte
a determinadas personas, autoridades y agentes de la policía y el
ejército;
2) en segundo lugar, tiene por finalidad la
confiscacíón
de recursos monetarios, arrebatándoselos tanto al gobierno como a los
particulares.
Una parte del dinero confiscado va a parar a manos del partido, otra parte se
destina especialmente a comprar armamento y a preparar la insurrección y otra a
sostener a quienes mantienen la lucha cuyas características hemos señalado"
("Obras Completas", cit., t. XI, p. 210).
"En principio nunca hemos rechazado el terror ni podemos rechazarlo.
El terror es una de las formas de
accíón milítar que puede ser perfectamente aplicable, y aún
esencial, en un momento dado
del combate... una de las operaciones de un ejército en acción"
("Obras Completas", cit., t. V, p. 15).
"La
finalidad del terror es aterrorizar",
indicaba.
Esto
es: provocar por la violencia un
miedo paralizante.
Es un
método del proceso subversivo, científicamente planificado.
Es lo
que el terrorista ruso Sergio Nechayev, discípulo del anarquista Mijail Bakunin,
llamaba “la ciencia de la destrucción".
Nechayev escribió un "Catecismo del Revolucionario", con 26 artículos, en el que
desarrollaba los métodos del asesinato político.
Atentados que podían incluir a cualquiera, incluso los parientes más próximos.
Porque, decía, el revolucionario debe ser sólo leal a la revolución:
"si le es fiel a algo más en este mundo,
deja de ser un revolucionario...
Mal
para él si tiene en este mundo relaciones con padres, amigos o amantes. Ya no es
un revolucionario si se deja dominar por tales afectos".
Una
traducción contemporánea y latinoamericana de esa actitud vital la encontramos
en Ernesto "Che" Guevara. Así escribe el guerrillero argentino‑cubano:
“Los dirigentes de la revolución tienen hijos que en sus primeros balbuceos no
aprenden a nombrar al padre; mujeres que deben ser parte del sacrificio
general de su vida para llevar la revolución a su destino; el marco de los
amigos responde estrictamente al marco de los compañeros de la revolución.
No hay vida fuera de ella...
El dirigente debe unir a un espíritu apasionado una mente fría y tomar
decisiones dolorosas sin que se le contraiga un músculo”
("El socialismo y el hombre en Cuba", cit.).
“El odio
como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más
allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en
una efectiva, violenta, selectiva y
fría máquina de matar.
Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre
un enemigo brutal.
Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve; a su casa, a sus
lugares de diversión; hacerla total.
Hay que impedirle tener un minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego fuera de
sus cuarteles, y aun dentro de los mismos: atacarlo donde quiera que se
encuentre, hacerlo sentir una fiera acosada por cada lugar que transite...
Eso significa una guerra larga.
Y, lo repetimos una vez más, una guerra
cruel"
("Mensaje a
"Ahora viene la etapa en la que el terror sobre los campesinos se ejercerá desde
ambas partes... desde el terror
planificado,
lograremos la neutralidad de los más."
("Diario del Che en Bolivia").
Las
recetas terroristas de los marxistas varían conforme al temperamento y
circunstancias geográficas y étnicas
del teorizante.
Mientras que Guevara aconseja: “Por
encima de todo, debemos mantener vivo nuestro odio y realzarlo hasta el
paroxismo", el brasileño Carlos Marighella, en su
"Mini‑Manual de Guerrillas Urbanas",
enseña a "asesinar sin furia", pero
disparando a quemarropa, sin aviso.
“El
apuntar y disparar son para los guerrilleros urbanos
– asevera ‑ lo que el aire y el agua
para los seres humanos".
Por
cierto que donde adquirió mayor desenvolvimiento la noción terrorista fue en la
guerra de Argelia, entre las tropas
francesas y los "fellaghas" del FLN.
Uno
de los dirigentes del grupo liberacionista árabe, Ben Tobbal, apodado el "Beria
del FLN", redactó unas “Instrucciones" para los guerrilleros, en cuyo artículo
2 bis preveía la violación y castración
posterior de los soldados conscriptos franceses capturados.
El
estudioso y militar francés del tema, Philippe Tripier, en su libro "Autopsia de
"Hubo pocos atentados gratuitos.
Los crímenes que cometió el FLN fueron, por lo general, lúcidos, tuvieron una
intención política definida y las víctimas, individuales o colectivas, fueron
seleccionadas
en función de ella...
"El control de la población musulmana se realizó por medio de algunas
disciplinas simples, arbitrarias, impuestas a todos; por ejemplo: prohibición de
fumar, prohibición de practicar juegos de azar, obligación de pagar un
"impuesto" al FLN.
“Sanciones en caso de no cumplimiento: mutilación, saqueo de los bienes, muerte.
La sanción es deliberadamente
excesiva
a fin de resultar terrorífica y, por lo tanto, ejemplar.
Se trata de obtener una conversión incondicional de los que rodean a la víctima
por medio del espectáculo del horror.
“Es así que los hombres que pueden verse hoy en día desprovistos de apéndice
nasal son generalmente fumadores que, habiendo contravenido la orden de
entonces, habían sufrido la amputación
de la nariz.
Tal era, entre otras, la sanción prevista para ese delito.
"La amputación de la nariz fue practicada con frecuencia.
Por lo general se dejaba a la víctima un papel donde se especificaba que la
"Justicia de Guerra del ALN" lo había condenado a la indignidad nacional para
toda la vida mediante desfiguración..."
Se realizaban también otras
mutilaciones en vivo: manos cortadas, ojos hundidos, labios seccionados,
etc.
“Pero por lo general se dejaba vivir a las víctimas de este tipo, de modo tal
que sus mutilaciones fuesen en todas partes testimonio del temible poder del
Ejército de Liberación Nacional.
"La muerte común era la que prescribe el Corán para los animales: el
degollamiento
con un cuchillo de una a otra
oreja, que recibió el sobrenombre de la gran sonrisa; o por medio de un arma de
fuego; o por medio de la horca.
“A menudo el cadáver era expuesto a la vista y se prohibía tocarlo durante un
lapso de varios días, a fin de que el despanzurrado, el degollado o el ahorcado
tuviese tiempo de producir su pleno efecto político.
Es con esta misma intención (y también ‑ sin duda ‑ para satisfacer algún
sombrío instinto) que a menudo se mutilaba el cuerpo de la víctima antes o
después de la muerte; se lo desnudaba y se lo
despanzurraba,
o se lo cortajeaba en todos los sentidos, se lo quemaba, se le
amputaban miembros o se lo sometía a alguna monstruosa
cirugía genital”.
"Según uno de los testigos mejor informados del drama argelino, en 1955 "el
terror es
una palanca sicológica de un poder
increíble.
Frente a los cadáveres degollados y a las muecas de los rostros de los mutilados
toda veleidad de resistencia se
esfuma; el resorte se ha roto".
En un segundo momento el horror abre los espíritus a la propaganda: es de ésta
el vehículo más seguro...
“Así era la propaganda del FLN.: injertada en la violencia, irrumpía en los
espíritus convulsionados y aplastados por el espectáculo del horror”.
Creemos que la extensa transcripción (anterior) se justifica a fin de que el
lector establezca el origen de cierta
"propaganda armada" en Chile, ejecutada por los terroristas durante el
Gobierno Militar.
Pasamos del caso africano al de nuestro país.
Lo
hacemos, también reproduciendo un texto.
En
este caso, el capítulo titulado "Las
víctimas calladas", correspondiente a la obra
"Crónica de un rescate (Chile:
1973‑1988)", de la que es autor Rafael Valdivieso Ariztía:
“En toda esta larga etapa de violencia, iniciada según dijimos por el MIR el año
1965 y acrecentada después en la forma ya descrita, innumerables son las
víctimas que cubrió el silencio, cuyo anonimato se esconde aún más en las cifras
recogidas al término de cada enfrentamiento, al finalizar las "jornadas de
protesta": tantos muertos o tantos heridos.
“Cuando carecen de afiliación política o de coloración ideológica, cuando son
neutrales, cuando se trata de viandantes pacíficos o de trabajadores empeñados
sólo en asegurar el sustento de los suyos, no suscitan el interés de nadie.
“No se ocupan de ellos los comentaristas, los cronistas, los fotógrafos o los
camarógrafos de los medios de comunicación, tampoco inquietan a los organismos
internacionales preocupados de los derechos humanos; sus nombres, salvo
rarísimas excepciones, no aparecen en los órganos de prensa nacionales o
extranjeros; no se les dispensa la compañía, los gestos o las actitudes
solidarias de agentes diplomáticos o de pastores.
“Y son personas, seres humanos. Pero por ser sólo eso, por carecer de sello,
ficha o librea, no promueven la protección institucionalizada.
"Y, con poco se averigüe la suerte de estas víctimas calladas del terrorismo, se
muestra en toda su estremecedora realidad.
"El 24 de
marzo de 1980, Karína del Rosario Ferrada Carrasco, de nueve años aún no
cumplidos, regresaba de su escuela en compañía de otros dos niños, Pamela y
Orlando José Sáez, de ocho y once años de edad respectivamente.
“Al pasar
junto a un poste cercano al retén de Carabineros de "
“Orlando
murió en el sitio, Pamela sufrió graves quemaduras, y Karina del Rosario resultó
con gravísimas heridas en la cara, cuello y tórax. Debiera ser hoy una mujercita
con su instrucción básica completa, capaz de acariciar más de alguna ilusión.
Su (de
Karina del Rosario) apariencia física quedó por desgracia tan maltrecha y su
cara tan desfigurada, que debió abandonar la escuela y esquivar toda compañía,
resignarse a un alto grado de analfabetismo y someterse a sucesivas
intervenciones de cirugía mayor, para reparar su rostro y su cuerpo en alguna
medida. En todo caso, quedó absolutamente incapacitada para ganarse el sustento.
Nora Rosa
Vargas Veas,
modesta madre de dos niños, realizaba el 28 de octubre de 1985, como de
costumbre, sus tareas de aseadora en las oficinas de United Trading Company.
Ese día
cumplía veinticuatro años de edad, pero el aniversario le resultó trágico, pues
un artefacto explosivo, depositado en ese local por terroristas, estalló,
arrancándole el pie y parte de la pierna derecha y causándole gravísimas
lesiones en la izquierda.
En estado
agónico y con anemia aguda fue llevada a un centro asistencial, donde fue
preciso amputarle ambas extremidades, quedando naturalmente inválida y
dependiente de la asistencia social que se le ha podido dispensar.
"Pedro
Simón Muñoz Araos
trabajaba, cuando las "protestas pacíficas" de noviembre de 1985, como
chofer‑relevo de un taxi colectivo.
Debía
hacerlo: no podía prescindir de un ingreso diario, indispensable para mantener a
su familia compuesta de mul . er y cuatro hijos.
Para los
organizadores de esa jornada tal actitud no tenía perdón, pues habían llamado
también a un paro laboral. Como el país continuó marchando y la locomoción
prestando sus servicios, la frustración de los convocantes dio paso a la
violencia.
Un atentado
incendiario detuvo y destruyó el taxi colectivo de Muñoz.
También quemó el setenta y cinco
por ciento de su cuerpo. Sobrevivió, y eso que no recibió más asistencia médica
que la ordinariamente dispensada en nuestros servicios de salud.
Nadie puede
manejar el destino ni penetrar ese arcano que los creyentes denominan
“inescrutables designios de
"Otra víctima de la libertad de trabajo es Fernando Guzmán Vega.
El 24 de mayo de 1986 fue asaltada por extremistas la garita de la línea
Cisterna‑Mapocho, en la que se desempeñaba como inspector.
En la
balacera provocada por los atacantes, un proyectil le penetró el tórax por la
axila derecha, le perforó el pulmón y le impactó la columna vertebral,
fracturándole dos vértebras.
Quedó
parapléjico y laboralmente incapacitado.
"Dijimos
más atrás, que en la jornada de protesta (por cierto "pacífica") a que convocó
Al día
siguiente de la fecha indicada Guillermo Farías Pízarro cumplía sus
obligaciones como inspector de la línea de buses San Cristóbal
Un grupo de
terroristas lanzó al interior del vehículo en que se movilizaba varias botellas
con ácido, el que al caer sobre su cuerpo le quemó un tercio del mismo,
destruyendo la piel de su rostro, tórax, brazos y manos.
Las
múltiples intervenciones quirúrgicas de que ha sido objeto no han conseguido
hasta ahora restaurar su fisonomía ni rehabilitarlo por completo, de manera que
a contar del día del atentado se encuentra con licencia médica y, como puede
suponerse, ha visto considerablemente reducidos sus ingresos económicos, con
los graves problemas que son de imaginar para su grupo familiar, compuesto por
su mujer y dos hijos pequeños.
"El mismo
año 1986, en la protesta
realizada el 5 de noviembre, la barbarie terrorista cobró otra víctima
modestísima: Rosa Rivera Fierro. Casada, de 37 años de edad, se hallaba
encinta desde hacía cuatro meses, cuando sufrió el atentado en un bus expreso de
Viña del Mar al que se lanzó una botella de gasolina inflamada.
El
artefacto le dio en el rostro, derramándose además su contenido sobre el vientre
y las piernas con los efectos que son de suponer. Llevada inconsciente al
hospital local, sufrió en él una agonía de 54 días, durante la cual perdió la
criatura que llevaba en su seno, por efecto de un aborto espontáneo derivado de
la gravedad de las lesiones sufridas. Falleció el 29 de diciembre.
"Más
afortunado fue, quizás, Miguel Angel Contreras Garat, pues murió en forma
instantánea, al ser alcanzado por una bomba lanzada por terroristas contra el
Banco del Estado, comuna de San Ramón, el 18 de noviembre de 1986.
Vendedor ambulante de café, Miguel Angel carecía de previsión, de suerte que su
familia, integrada por mujer y seis hijos de uno a diez años de edad, quedó en
la orfandad y en el abandono más completo, situación que pudo superarse gracias
a los auxilios de tipo social que le brindaron las autoridades.
"Todos
estos mártires del terrorismo, cuyas historias se han narrado, ¿eran acaso
contendientes en algún conflicto? ¿representaban una amenaza para alguien o
para algo?, ¿realizaban al momento de ser victimados alguna actividad ilícita?.
No, nada de
eso.
Eran
simples seres humanos ‑ niños algunos ‑, tranquilos, inofensivos, preocupados
sólo de asegurar la subsistencia para sí y los suyos.
No
provocaban desórdenes, no vociferaban consignas, no perjudicaban a nadie.
Quedaron,
sí, por obra de la acción bárbara y brutal del terrorismo, muertos,
monstruosamente desfigurados, heridos o incapacitados, sin que nadie voceara una
protesta, ni siquiera pacífica.
Son las
víctimas calladas del extremismo" (op. cit., ps. 284‑286).
Casos
análogos a los narrados los hubo por miles en Chile, desde 1973, cuando el MIR,
primero, el rodriguismo después, y los "Lautaro" por último, orquestaron
su "propaganda armada" contra el Gobierno Militar.
Sucede simplemente, como dice Valdivieso Ariztía, que ellos no han interesado a
los políticos o a los periodistas
que suelen ocuparse acuciosamente de las violaciones a los derechos humanos...
Pero
más allá de la atrocidad que cada caso conlleva (y que revela en su autor una
mente desequilibrada), acá tenemos que interrogarnos por el sentido de estos
horrores espantosos.
¿Para
qué se cometen estos atropellos inhumanos, las degollaciones argelinas o las
desfiguraciones por quemaduras chilenas...?
¿Por
pura malignidad moral del responsable del atentado...?
Como
dijimos, en el plano individual no descartamos la existencia de sujetos
tenebrosos, con resentimientos tan profundos en los repliegues de su alma que no
habrá médico siquiatra que pueda curarlos.
El
grado de crueldad bestial, de tipo chacal, que insufla en sus cultores el
terrorismo es, verdaderamente, abismal.
Pero
eso pertenece al terreno de la sicopatología, en el que aquí no corresponde que
ahondemos.
Ya
los anales clínicos se ocuparán de ellos.
En
todo caso, quienes les encomiendan esas misiones brutales saben bien con qué
bueyes aran.
"Degenerados", los llamó Lenin, sin rechazar su concurso.
Lo
que nos interesa averiguar es su inserción en el campo de la guerra irregular.
A
cuyo efecto hay que volver a los tratadistas del tema.
Claude Delmas anota que el "guerrillero
se encierra en sus resentimientos y pasiones, no concibiendo otra verdad que el
dogma por el que está dispuesto a mentir y a matar". Esto los predispone
para la crueldad.
En
efecto, dice:
“No hay terror posible sin la
fascinación de la muerte,
y la irrupción de la pasión de la muerte a través de las barreras que le opone
la vida social ordinaria es uno de los elementos sicológicos esenciales del
terror.
Si a esto se agrega
el miedo,
que está en el origen de toda cólera y que tiende a la eliminación de lo que
represente una amenaza física, y la humillación de haber tenido miedo de haber
sido dominado, se reunirán aproximadamente todos los elementos del estado de
espíritu terrorista.
Eso,
en cuanto al estado sicológico del causante del terror (en el que la fascinación
de la muerte, representada en la
mitología griega por Tánatos, se asocia a la fascinación del poder, de tener a
su disposición la vida de los demás).
En
cuanto a los objetivos específicamente político‑militares, Delmas enumera tres:
-
"Conquistar la población
que, después de haber quedado pasiva frente a los poderes establecidos, debe
lanzarse cada vez más abiertamente contra ellos y ayudar a los terroristas.
-
“Destruir
la organización de
esa población.
Esta se basa en jerarquías políticas, administrativas, sociales, religiosas,
etc.
Los hombres que ocupan los puestos de mando... son por su misma naturaleza,
enemigos de los revolucionarios, quienes se esfuerzan por aislarlos de la
población, y los eliminan si no quieren "marcar el paso".
Al mismo tiempo, la organización revolucionaria estructura
“jerarquías paralelas”,
es decir, una administración llamada a sustituir a la que representa al
poder contra el cual lucha.
-
“Hacer
fracasar a los medios
adversos, obteniendo en primer término que las fuerzas del orden
no logren arrestar a los autores de los
atentados,
y luego que se sientan
impotentes ante un
enemigo inasequible.
- “La
desorganización de las jerarquías existentes, los fracasos de las fuerzas
del orden, facilitan por otra parte la
captación ideológica
de la población.
Sintiéndose ineficazmente
defendida,
encontrando menos apoyo
y estímulo en los cuadros "normales", las masas están maduras para convertirse
en presa de la propaganda revolucionaria, que les ofrece, al menos,
cierta protección".
A
continuación, Delmas adiciona estos otros argumentos:
-
“Si logra cometer algunos atentados espectaculares, la población quedará
impresionada,
cuanto más al estar preparada para recibir esta impresión por la
propaganda.
Las causas de esta impresión son muchas:
simpatía ideológica,
descontento
respecto del poder
establecido,
miedo, prestigio
del "buen golpe", etc.
La acción "en bola de nieve" se desencadena.
Si, por el contrario, los primeros atentados fracasan, los efectos de la
propaganda se atenúan rápidamente...”
-
“El éxito del acto terrorista
es, por lo tanto, esencial...
El acto se
prepara
así minuciosamente para que tenga éxito y para que su
autor no sea detenido ni eliminado.
-
El terrorismo apunta hacia la conquista de una población que vive en el marco de
leyes definidas y respetadas, a las cuales se somete.
Debe, por lo tanto, para lograr su conquista ideológica,
violar ostensiblemente
esas leyes,
debe independizarse de las leyes sobre las cuales reposa la sociedad que
desea derribar.
Para él,
el fin justifica todos los medios".
En
suma:
"introducir
el
miedo en las masas y las
autoridades".
Para
el Coronel Roger Trinquier, el terrorismo es
"el arma principal de la guerra
moderna". Concepto que aclara de este modo:
"Las guerras de Indochina y Argelia han servido para poner de manifiesto el
arma básica
que permite a nuestros enemigos presentar batalla efectiva y que, aun
contando con pocos recursos bélicos, los ayuda a derrotar a un fuerte ejército
tradicional.
Este arma es el terrorismo.
“El terrorismo, en sí, es conocido desde hace mucho tiempo. Pero, utilizado por
organizaciones clandestinas, con la preconcebida intención de controlar el
movimiento de una población, sólo puede considerarse de reciente desarrollo...
“El terrorismo, pues, es
un arma
de
guerra
que no puede ser ignorada por más tiempo, y mucho menos menospreciada.
Para nosotros, es un arma que merece ser estudiada detenidamente.
“El
objetivo principal de la guerra moderna es
el
control de una población, y el
terrorismo constituye entonces el arma más apropiada para ello, ya que va
dirigido directamente hacia sus habitantes.
En la calle, en el trabajo, en sus casas, los ciudadanos viven, bajo el
terrorismo, en una constante amenaza de morir violentamente.
Debido a esto, el ciudadano llega a tener la impresión de que está aislado e
indefenso.... acaba por perder la confianza, y poco a poco va inclinándose hacia
los terroristas, que es lo que éstos buscan, al experimentar que son los únicos
que pueden proporcionarle la protección debida.
Así, el objetivo principal del terrorismo, que consiste en
provocar la vacílación de la población,
se ha
obtenido.
"Lo que caracteriza al terrorismo y le hace aparecer como un arma de
extraordinaria fortaleza, es la matanza que generalmente provoca entre la gente
indefensa.
Opera dentro de un marco familiar, al tiempo que rehuye el riesgo que
ordinariamente enfrenta el criminal vulgar...”
"El criminal ordinario liquida a determinado individuo ‑ usualmente una sola
persona, guiado por un propósito específico.
Una vez que alcanza este propósito, deja de ser un peligro para la sociedad. Su
crimen se basa en un motivo perceptible, digamos robo, venganza, etc.
Para triunfar en su empeño, muchas veces tiene que correr riesgos que pueden
conducir fácilmente a su arresto. Su trabajo, pues, se lleva a cabo dentro de un
marco conocido...”
“El soldado trata de liquidar a su adversario en el campo de batalla,
perfectamente uniformado.
Pelea dentro de un marco tradicional controlado por reglas que son aceptadas y
respetadas por ambos bandos.
Comprendiendo el peligro de su misión, generalmente tiene enorme respeto por su
adversario, porque sabe que los dos están corriendo el mismo riesgo.
Cuando la batalla ha terminado, los muertos y heridos de ambos campos son
tratados con el mismo sentido humanitario...”
“Pero el caso del terrorista es distinto.
No sólo hace la guerra sin uniforme, sino
que ataca, bien lejos del campo de batalla, a ciudadanos
indefensos
que,
en calidad de inermes, creen estar protegidos por las reglas de la guerra
tradicional.
Envuelto en una amplia
organización
que
prepara su misión y le ayuda a completarla, siempre está protegido en su
retirada,
no
corre riesgo alguno
de
ser atacado por sus víctimas o de ser llevado a los tribunales de justicia... y
le es fácil eludir la acción de la policía...”
Descriptivo, casi aséptico, el militar francés que fue uno de los primeros en
tener que enfrentarse (en el Décimo Ejército de
"Esta acción gana rápidamente el silencio de los indefensos habitantes y, en
consecuencia, los agentes enemigos tienen mano libre para organizar y manejar
la población civil a su antojo.
“De ahí en adelante, precisamente dentro de esta población que ha sido
controlada por el terror, los pequeños grupos que están encargados de hacer la
guerra de guerrilla pueden instalarse cómodamente y, como dice Mao Tsé‑Tung,
llegan a sentirse como pez en el agua.
Son alimentados, bien informados y hasta protegidos por esa aterrorizada
población que casi se considera obligada a servirlos, y así pueden aplicar sus
golpes sin temor a ser contenidos o delatados.
"La guerra moderna requiere la incondicional sumisión y ayuda de la población.
Esta ayuda hay que buscarla y mantenerla sobre todas las cosas.
El mejor método para alcanzar este propósito es emplear el terrorismo...
"Aunque no es un arma nueva, hasta hace poco sólo era utilizado por grupos
revolucionarios aislados para realizar ataques espectaculares, por lo general
frente a destacadas personalidades políticas...
"El terrorista no debe ser considerado como un criminal ordinario.
En realidad, su trabajo se realiza dentro del marco trazado por su
organización,
sin
que ello represente interés personal".
Por
eso,
concluye el Coronel Roger Trinquier, el combate no es contra el terrorista
individual, sino contra la organización que lo encuadra.
Mientras esa organización no está destruida, la eliminación o detención del
terrorista no significa gran cosa, en términos bélicos.
Claro que esa y otras consideraciones están normalmente referidas a los casos
concretos que a esos especialistas
les tocó vivir.
Había en ellos un dato intransferible, cual era el carácter de guerra
“colonial”, que facilitaba o aun justificaba la actividad guerrillera.
Si nos detenemos
en
ellos no es tanto por las "recetas" de los encargados de combatirla, sino por
los procedimientos instaurados allí por los terroristas, toda vez que luego los
generalizaron, mutando levemente la argumentación ideológica.
De
esa experiencia argelina, por ejemplo, se derivó una teoría de la violencia
global, que glorificó el asesinato
político premeditado y alevoso.
Nos
referimos al libro "Los condenados de
la tierra" del martiniqués, colaborador del FLN, Frantz Fanon.
Sostuvo allí Fanon que el odio deber ser
colectivizado:
"La violencia es entendida como la mediación real...
Para el pueblo colonizado esta violencia... reviste caracteres positivos,
formativos.
Esta praxis violenta es totalizadora, puesto que cada uno se convierte en un
eslabón violento de la gran cadena...
Iluminada por la violencia, la conciencia del pueblo se rebela contra toda
pacificación... es una expresión de
una agresividad por fin socializada...
el desclasado... descubre más pronto que sólo vale la violencia... es en esa
masa, en ese pueblo de los cinturones de miseria, de las casas de lata, en el
seno del "lumpenproletariat"
donde la insurrección va a encontrar su punta de lanza urbana... los
jóvenes granujas
que perturban el orden establecido...
Ese "lumpenproletariat", como una jauría de ratas...
También las prostitutas... las desesperadas,
todas y todos los que oscilan entre la locura y el suicidio...
Todo movimiento de liberación nacional debe prestar el máximo de atención, pues,
a ese
lumpenproletariat.
Este siempre responde a la llamada a la insurrección".
Los
marginales de las poblaciones suburbanas son, pues, los favoritos de esta
táctica homicida sacralizada.
Esto
se escribió antes de 1960.
Para
1973, la versión castellana (de México) iba por su tercera reedición. De tiempo
suficiente habían dispuesto sus lejanos discípulos chilenos para leer, imitar y
aplicar esas teorías destructivas. Que no se quedaban en el terreno de las
generalizaciones.
Fanon,
en otro libro ("Colonialismo y
enajenación", 1972), había exaltado al terrorista argelino colocador de
bombas (el “fidai”), quien
"tiene una cita con la revolución y con
su propia vida", y a la "mujer‑arsenal",
que 1leva la muerte al enemigo y la vida
a la revolución".
Los "granujas" de Fanon, los "degenerados" de Lenin, la "canalla" de Marx, no
necesitaban de ningún gobierno militar para aprestar el puñal proditorio
(traicionero, alevoso) del terrorismo.
Cuando lo empezaron a aplicar, después de septiembre de 1973, hacía ya rato que
venían sacándole filo a su teoría inhumana.