PRIMERA PARTE (…continuación) Título 13.-

 

LA GUERRA IRREGULAR

Luis Heinecker S

 

13. GUERRA SICOLOGICA.

SUBVERSION DESMORALIZADORA.

 

Acabamos de ver que la Guerra Irregular trabaja más con las imágenes que con los hechos.

No se interesa tanto por una victoria en el terreno cuanto por un impacto en la mente.

Su ideología, el hegeliano‑marxismo‑leninismo, es idealista, subjetivista, inmanentista.

Repudia lo real evidente. Para ella "todo lo racional es real". Pero su racionalismo cede

ante su volun­tarismo. La "Revolución", en cualquier circunstancia y a cualquier costo, es hija de Lenin, no de las "condiciones objetivas de la crisis del capitalismo" que teorizara Marx.

Por eso, mucho más que con la economía tiene que ver con la sicología. Con las técnicas de acción sicológicas. No desinteresadamente, desde luego. No se contenta con estudiarlas. Quiere aplicarlas.

Es su "praxis" revolucionaria. Hay un propósito definido.

Subvertir la sociedad.

Socavar la auto­ridad.

Provocar la ingobernabilidad, la desobediencia civil.

Desmoralizar a gobernantes y gobernados.

Para alcanzar el poder a menor costo. Esas técnicas se llaman 1ntoxicación", “agitación" y "desinformación". Todas destinadas a engañar a la opinión pública.

El leninismo es un método de conquista y mantención del poder mediante la sistematización de la mentira.

"La biografía de Lenin que Trotsky dejó sin terminar señala la diferencia entre los dos

hermanos Ulianov: por una parte está Alexander, miembro de la Facción Terrorista del Narod­naia Volia (“Voluntad del Pueblo"), que finalmente murió en el cadalso, y por la otra Viadimir, líder de la revolución bolchevique.

Alexander jamás pudo decir una mentira, y cuando se le preguntó qué era lo que peor lo hacía sentirse, respondió: "La mentira y la cobardía". A lo cual Trotsky, defensor de la mentira revolucionaria y posteriormente víctima de ella, comentó:

        "Qué lástima, siente uno la tentación de añadir. En una lucha social implacable, una mentalidad así lo deja a uno políticamente indefenso"

(Zeev lvianski, "El problema moral, Algunos aspectos del terror individual", en: David C. Rapoport, op. cit., p. 19).

       

La "Revolución" no se ha inspirado en Alexander Ulianov, sino en Vladimir llich Ulianov, alias "Lenin". Vladimir consideró que el error de su hermano fue el decir la verdad. El optó por lo que llamaba la "flexibilidad".

"La propia «flexibilidad» de Lenin se pone de manifiesto en un breve diálogo entre el líder soviético y el Dr. Isaac Steinberg, que fue jefe del Partido Social Revolucionario en Rusia.

 

El Dr. Steinberg relata su discusión con Lenin a raíz de la implantación de rigurosas medidas adoptadas por la policía secreta después que los bolche­viques asumieron el poder.

El Dr. Steinberg descargó su cólera ante las injusticias que se estaban cometiendo e interpeló a Lenin sobre por qué los comunistas se molestaban en llamar a la oficina responsable "Departamento de Justicia". "¿No sería mejor llamarlo lisa y llanamente "Comisariato para la exterminación social'', preguntó.

A lo cual Lenin accedió sonriendo: "Así es exactamente, pero nosotros no podemos decirlo"

(lsaac N. Steinberg, 1n the Workshop of the Revolution", New York, Rinehart, 1953, p. 145; cit. por: James D. Atkinson, "Política de la Subversión Bs. As., Troquel, 1970, p. 46, nota 2).

 

Lo que valía para la Cheka, valía para el terrorismo en general.

Durante el II Congreso de la Kominterin en Moscú, Lenin polemizó con el dirigente comunista alemán Arthur Crispien.

En esa ocasión, el 30 de julio de 1920, dijo que Crispien estaba equivocado al pretender distinguir la violencia del terror.

Contra los burgueses, dijo, "estamos obligados a practicar la violencia y el terror. Desde luego, no hay necesidad de declarar con anticipación que inexorablemente recurriremos al terror".

("Obras Completas", Bs. As., Cartago, 1960, t. XXXI, ps. 237‑238).

 

No decirlo: hacerlo.

Y, mejor: decir lo contrario.

Fraude.

La "gran estafa".

La guerra que llaman "paz".

La esclavitud que denominan “liberación".

La tiranía que titulan "democracia popular”. Etcétera.

 

Bien. Esto es cosa sabida.

Los primeros en saberlo, naturalmente, son los comunistas, Y  los últimos, las víctimas de su acción sicológica.

 

Para los comunistas no hay amigos.

Existen sólo enemigos, a destruir.

Y los dividen en  dos categorías: los "fascistas", esto es aquellos que no se dejan seducir por su propaganda, y los “idiotas útiles", que creen en sus dichos.

Nosotros hemos tenido la suerte que, de entrada no más, nos ubicaran en la primera categoría.

Un periodista francés de izquierda, colaborador de "France‑Observateur" y "L'Ex­press", de París, para nada benévolo con el Gobierno Militar chileno, describía la condición mitológica en la que lo habían colocado los comunistas. Dice Jean‑Francois Revel:

 

        “…El grito de «¡Pinochet! ¿Pinochet!» exorciza los demonios, todas las Camboyas del mundo, todos los Afganistanes, todas las Etiopías, todas las Checoslovaquias, todos los Tibet.

        “Desde que los coroneles griegos nos han dejado es casi el único que está en primera línea para soportar el peso del servicio sicoterapéutico de la culpabilidad de las izquierdas...

        “La virulencia particular de las pasiones que se oponen al examen del asunto chileno se deben a que Pinochet cumple una doble función:

-                                ocultar las causas, que fueron ampliamente intrínsecas, del fracaso económico y político de una experiencia socialista;

-                                acreditar el mito de que los Estados Unidos han instalado a Pinochet en Chile exactamente como la Unión Soviética ha instalado, por ejemplo, a Taraki en Afganistán en la primavera de 1978.

 

        Salvar la utopía y preservar la leyenda de la equivalencia de los imperialismos no puede  obtenerse en este caso más que al precio de una reconstrucción falaz del pasado, arte en el que el marxismo‑leninismo ‑ y Orweil lo dijo hace mucho ‑ destaca porque nutre su poder"

("Cómo terminan las democracias", Barcelona, Planeta, 1984, ps. 304 ‑ 305).

 

Nos atribuyeron ese papel por el pecadillo que apunta Revel, de habernos "adelantado a los grupos armados castristas".

Por haber interrumpido la ingestión del bocado chileno, que ya tenían a medio tragar.   Pecado nefando, imprescriptible.

Que nos mandó al infierno "fascista" en el Index del Kremlim. Decididamente, no nos consideraron aptos para consumir la propa­ganda revolucionaria.

Como antes, dejemos nuestro caso aparte, y veamos cómo funcionan los mecanismos  sicológicos de las artes subversivas.

Y, conforme al método que hemos adoptado, sigamos en este terreno a un especialista en  la materia.

Leamos el libro del estudioso francés Roger Mucchíelli, titulado "La Subversión"

(Bs. As., Cruzamante, 1981).

 

La subversión, o inversión del orden establecido, es una técnica de "debilitamiento del poder y de desmoralización de los ciudadanos".

Sediciosa, pero, más insidiosa. Que procura que el adversario deje de combatir por sí mismo. Una táctica de perfidia, que viene de los tiempos más remotos.

Ya Filipo de Macedonia, padre de Alejandro Magno, la usó contra Atenas, con sus célebres "Filípicas", para desacreditar el poder enemigo y derrumbarlo por la fuerza de la opinión.

La utilización del rumor, del chismorreo, a fin de socavar la autoridad, es antigua.   Voltaire, con sus panfletos, en el siglo XVIII, fue un maestro de la cuestión. "Mentid, mentid, que algo quedará!", era su lema, en su lucha con la Monarquía y la Iglesia.

Esa subversión preparó la Revolución Francesa, minando la fortaleza real, al punto que en 1789 gran parte de los nobles y los clérigos estaban inclinados por el fin de sus "privilegios".

 

Tales procedimientos arteros han sido reelaborados "científicamente" en los tiempos contemporá­neos por dos artistas del engaño.

Durante la Segunda Guerra Mundial, tanto Alemania como Inglaterra montaron sus órganos de propaganda bélica.

Lo usual era la propaganda "blanca", que buscaba desmoralizar al enemigo desde "afuera", con datos más o menos ciertos.

 

Pero un alemán, el Dr. Joseph Goebbels, y un inglés, Sefton Delmer, habían leído el libro del coronel Blau "Propaganda ais Waffe" (La propaganda como arma de guerra). Se especializaron en el problema de 1as condiciones de credibilidad de las informaciones tendenciosas".

Radio Sttutgart, manejada por el Ministro de Propaganda de Hitler, efectuó acción sicológica sobre las tropas francesas, saboteando la retaguardia con noticias desmoralizantes y pacifistas.

 

Del­mer, por su parte, consideraba que los programas del "Comité Alemania Libre" de la BBC de Londres eran simples "conversaciones de emigrados", sin ningún impacto real.

 

Por eso creó la "radio negra": "Soldatensender Calais". La emisora del "soldado alemán" se presentaba como una emisora clandestina de grupos de la Wehrmacht, genuinos nazis, que resistían ciertas órdenes del Alto Mando alemán, porque contrariaban las instrucciones del Fuhrer.

Sus tácticas, dadas a conocer en el libro "Operación de la radio negra" (París, Flammarión, 1965), han servido de fundamento a los estudiosos leninistas de la guerra irregular.

Así, en 1970, operaban, v.gr.:

-        desde Argelia la "Radio Portugal Libre",

-        desde Bulgaria "Bizin Radio", dirigida por los comunistas griegos,

-        "Tirol Libre", contra Italia,

-        una radio kurda, operada contra Irán desde Alemania Oriental,

-        "España Libre", desde Checoslovaquia, etc.

 

Una variante del mismo método, con emisiones radiales o televisivas, fueron las ondas

"piratas", que se superponían a la frecuencia o longitud de onda, para pasar mensaje subversivos.

 

Y, en este sentido, los chilenos no necesitan ser ilustrados especialmente, puesto que  conocen las prácticas de Radio Moscú en operaciones nocturnas, con locutores chilenos comunistas.

 

Lo dicho sobre los medios de comunicación es tan sólo un ejemplo de cómo actúa la Guerra Sicológica. Que torna gráficas sus normas. Pero, ilustrado el caso, conviene ir hasta esos principios reguladores.

 

Roger Mucchielli parte del punto de la transformación de la concepción de la "Revolu­ción" por Lenin. Indica él que Marx tenía una concepción materialista y crítica de la Revolución.

No creía en milagros, y esperaba a que las "condiciones objetivas" estuvieran dadas. Esto es, que existiera una crisis económica y social que generara el descontento de la mayoría de la población, sobre el que se apoyaría la sublevación general.

Lenin y Trotsky cambiaron eso, con el voluntarismo revolucionario. ¿Cómo?

 

        "La revolución se las arreglará sin su justificación, ella se las arreglará sin el análisis socioeconómico y sin sus condiciones objetivas, se hará con el acuerdo del uno por mil de la población, porque las técnicas sicosociales y la utilización de los "mass media" permiten lo que parece imposible" (op. cit., p. 33).

 

El leninismo dejará a un lado "Das Capital”, y buscará en el tratado "De la Guerra", de Karl von Clausewitz, en Freud, en Jung y en Pavlov, los argumentos para desviar la conducta humana con los medios extraordinarios de la sugestión.

Lenin desarrolló su teoría sobre la conducción de la guerra "no tradicional", por "todos los métodos de lucha", particularmente los conside­rados "pacíficos", o de "vía no armada".

Inspirándose en Maquiavelo, juzgará que todos los medios para la conquista del poder son buenos o "virtuosos".

En lugar de las "condiciones objetivas", examinarán los fluctuantes "estados de ánimo" de una población.

Conclusión: "se puede y se debe, entonces, "trabajar" a nivel sicológico, jaquear al miedo y al respeto, crear en unos la agresividad y en los otros la complicidad".

 

La inducción revolucionaria puede ser integral, siempre que los mitos y las técnicas sean los adecuados.

Dentro de los llamados "modelos revolucionarios", el caso chino no ha sido seguido en Latinoamérica. ¿Por qué? Porque Mao Tsé‑Tung y Chu‑Teh exigían el apoyo real" del campesinado. Tarea difícil, que demandó una “larga marcha", una "guerra prolon­gada" de varios lustros.

De ahí que la Revolución China, en el plano práctico, más que un “modelo" sea un "prototipo" para mitificar.

 

Más próximo se halla el caso de la Revolución argelina. Desencadenada en 1954 con contingentes bélicos inferiores a los 800 combatientes, se tuvo que auxiliar, necesariamente, en las técnicas sicológicas:

 

        "El desencadenamiento de la revolución debe crear una sícosis de miedo e inseguridad entre los europeos y clamar al mundo la voluntad de independencia de Argelia", decía Ben Bella.

        Krim precisaba: “Nuestros recursos no son poderosos. Hay que compensar

esta deficiencia material con la importancia de los objetivos. Si atacamos a las Fuerzas Armadas, si incendiamos los depósitos, sorprendemos a la imaginación de las autoridades y de los europeos, que se dirán: "ellos no retroceden ante nada".

        El pueblo sabrá que estamos decididos a ir muy lejos. La acción sicológíca, el día de la insurrección será lo más importante. No olviden esto".

        De esta forma, la espera debe ser evaluada únicamente en función de su carácter espectacular. Además, debe ser conocida por todos, y es aquí donde entran en juego los "mass media" (op cit., p. 40).

 

Con 100 hombres, el 2 de noviembre de 1954, causaron 7 muertes, que fueron amplificadas por los órganos de prensa. Eso marcó los operativos ulteriores son una “campaña de  intoxicación" de la metrópoli francesa. Se consiguió que el desprevenido Ejército francés movilizara un enorme dispositivo militar, inadecuado, para una represión frustrada, con lo que

se obtuvo el ridículo hacia la autoridad y el mito de la invencibilidad guerrillera.

Estaban en marcha los procedimientos terroristas que luego se verían florecer por todo  Occidente.

 

El caso cubano también es paradigmático.

Conforme a las teorías revolucionarias, divulgadas después del hecho, debía haber existido un "plan del Movimiento 26 de Julio para un desembarco de la vanguardia guerrillera” que provocaría el levantamiento campesino contra el gobierno de Batista.

Eso dice la teoría.

La realidad fue muy otra. No había planes. El desembarco del Granma, del 2 de diciembre de 1956, fue un desastre. Y nunca fue una guerra "campesina".

Fue una guerrilla de profesionales y estudiantes universitarios que operó en un medio rural (la Sierra Maestra).

Lo principal es que supo aprovechar al máximo la publicidad que le brindó la burguesía cubana (del Partido Ortodoxo de Prío Socarrás), venezolana y ­norteamericana (las famosas entrevistas del periodista del New York Times, Herbert Matthews, v.gr.).

Las fotos de los "barbudos" con escapularios al cuello, y acotaciones de que se trataba de émulos de Robin Hood, románticos y demócratas, valieron más que todas las pocas acciones de Fidel Castro contra el ejército de Batista (venal, y, por tanto, sobornable).

Como fuere la realidad, lo cierto es que los “tres modelos depurados de las condiciones históricas reales de su éxito participan en la construcción del "modelo" internacional". (op. cit., p.43).

 

Con esos modelos se mueven los técnicos de la Revolución, los revolucionarios profesionales.

 

Tal cual lo expone Régis Debray en su "La longue marche":

“para hacer la Revolución son suficientes 10 a 30 revolucionarios profesionales, enteramente consagrados a la causa y teniendo en vista la toma del poder”.

 

Ese pequeño núcleo no se pone, por cierto, a esperar que aparezcan las "condiciones objetivas".

Sin soporte histórico, ni masas en rebelión, se las arreglan con la técnica del golpe de Estado.

Punta de lanza, se entrenan "según todas las reglas del arte", dice Debray.

No es rural, supervivencia de la imagen tradicional, arcaísmo.

Es urbana, porque en la gran ciudad "es fácil esconderse", "es más fácil conseguir dinero, operando por medio de asaltos", "el secuestro de autoridades y los atentados contra los ciudadanos importantes son más fáciles", la publicidad de estas acciones (indispensable) está mucho más asegurada", y, por fin, "en la ciudad se pueden utilizar muchos "marginados", se encuentran allí "como los peces en el agua"; ciertos estudiantes en particular, que no resisten la marcha por la montaña, están muy a gusto en las veredas y corredores.

Esta "urbanización" de la guerrilla tiende también a la elección de los intelectuales como reclutas".

Como se ve, "no se necesita un ejército popular para lograr la toma del poder. Es la subversión la que pasa a primer plano".

 

La guerrilla articula la subversión con los siguiente tramos:

 

      La guerrilla crea el "clima sícológíco", a través de sus acciones, que deben se espectaculares, engendra el terror, el pánico mudo; incorpora también a los oportunistas que apuestan" a su triunfo y la subvencionan. Este efecto es, por supuesto, obtenido por la emisoras de la "mass media" que aporrean a la opinión pública nacional e internacional y

dan cuerpo a la creencia de la existencia de un ejército de liberación poderoso e inasible...

 

-       La guerrilla crea la agitación general y, si es posible, la anarquía... La intoxicación por los "mass media" subraya la impotencia del gobierno, favorece la impunidad...

 

      La guerrilla provoca la reacción represiva... y la indignación de la opinión pública. Esta acción permite, siempre por las repetidoras de, los "mass media", desprestigiar a la autoridades y sus auxiliares y "denunciarlos" como opresivos‑ represivos.

 

De este modo, dice Roger Mucchielli,

 

        "con un minúsculo aparato de partido, pero con un consumado arte del manejo sicológico, se desarrolla la empresa revolucionaria voluntarista.

        La violencia sirve de detonador a un explosivo mucho más potente que es la subversión misma, orquestación, amplificación y canalización de los efectos, en sí mismos mínimos, de la violencia.

        “Como, finalmente, la opinión pública es lo que cuenta, son las reacciones de la opinió pública con respecto al gobierno (que hay que abatir) y de la sociedad (que hay que destruir) las que permiten extender la misión de la subversión..." (op. cit., p. 49).

 

Esta fase revolucionaria, la subversión, es pura destrucción. Aunque su objetivo estratégico es la toma del poder, en este momento táctico no se interesa por programas o plan de gobierno.

Los propósitos inmediatos son los siguientes:

 

A)    Desmoralizar a la nación atacada y desintegrar los grupos que la componen. Es decir, aniquilar el valor, disolver el vigor mental, inyectar la duda.

Como dice Jacques Ellul, “lograr que el enemigo pierda la confianza en la justicia de su propia causa, de su patria, su ejército, de su grupo.

El hombre que se siente culpable pierde al mismo tiempo su eficacia y el sentido de su lucha". Se le crea la impresión de su "soledad", de su aislamiento internacional. Se lo exhibe como "ridículo", objeto de risa. Se le predica que el combate será "eterno". Que tiene enfrente a un ejército "duro" decidido a todo "hasta la victoria, siempre".

Con el arte de la discordia, por último, se le hace creer en la “inutilidad de su lucha".

 

B)    Desacreditar a la autoridad, sus defensores y los ciudadanos importantes de la nación o el grupo que hay que destruir. Esto es: se busca romper el consenso de respetabilidad de los engranajes estatales; rebajar la autoridad moral del Estado, incitando a la irrespetuosidad y a la "desobediencia civil".

 

C)    Neutralizar las masas para impedir toda intervención espontánea general a favor del orden establecido.

Apabullar e inhibir a las masas, desde que no se necesita la rebelión o participación activa del pueblo. Ese es un objetivo real, que contraría la propaganda acerca de la "movilización de las masas".

Explica Mucchielli que "el pueblo" al que invocan y hacen referencia los agentes subversivos, no es más que un mito que utilizan, un justificativo pura­mente verbal, un argumento para manejar la opinión pública.

La estrategia fundamental de la subversión es la de obtener la apatía popular, la inhibición, la no intervención, el silencio de la gran mayoría". Esta fatiga mayoritaria se consigue con la generación del sentimiento de aislamiento y de impotencia de los partidos políticos capaces de oponerse al golpe de Estado; con la privatización e individualización de los ciudadanos, que con el miedo colectivo, el pánico mudo, se niegan a declarar, a denunciar, o tan siquiera a informarse adecuadamente de lo que está pasando.

 

D)    Explotar los Derechos universales de la persona humana y los ideales de la concien­cia moral común.

A través de mitos se crea un clima contagioso de la “indignación de la persona" hacia supuestas violaciones de los derechos humanos.

Los subversivos, por supues­to, no creen en tales derechos y valores.

Se apoderan de esa temática para fabricar un dualismo maniqueo, donde el "mal” es el gobierno, enemigo de la "vida", injusto por naturaleza y tirano por vocación, y el bien son ellos, los "combatientes de la libertad, de la vida, de la justicia, de la democracia, de la paz, etc.".

Aquí se extrapola el chismorreo y el comadreo, con técnicas codificadas.

Ejemplos:

 

D.1.‑ «Lo humano». Hay que encontrar acentos desgarradores para evocar la existencia y los objetivos de los grupos terroristas...

        El culto de la emotividad, de la sensibilidad, de la piedad y del amor al prójimo... están al servicio de los asesinos.

Los grupos subversivos serán siempre presentados como "desesperados" y en lo posible como Víctimas". Ellos combaten siempre por "un ideal humanitario" que nos “interpela" y nos “emociona”.

Inversamente, la represión o la defensa que se ejerza contra los grupos terroristas o  subversivos serán siempre denunciadas como "intolerables" desde el punto de vista humanitario.

Se apelará entonces a “la conciencia", "al corazón", de los ciudadanos para reprobar todo arranque de autodefensa.

Uno de los mejores trucos inventados en esta dirección por los grupos terroristas fue la "violencia humanítaria", así el producto del robo será distribuido a los habitantes de una villa de emergencia, y esto siempre con gran cantidad de publicidad gracias a los “mass media".

La conciencia de la gente honesta vacila. La duda está destilada. La mayoría  silenciosa se hunde en su desconcierto. Buenas personas son conquistadas por “la generosidad de los ladrones".

Cuando la acción subversiva es muy difícil de transformar en valor universal, trata  de provocar un movimiento espontáneo de indignación; "voces autorizadas" explican que se trata de actos de "elementos incontrolables".

Les resta, evidentemente, el recurso de invertir la situación e insinuar que se trata de una "baja provocación policíaca"; los verdaderos agresores no pueden encontrarse más que del lado de la autoridad.

 

D.2. La Justicia.    La transmutación de la violencia en justicia fue también uno de los

mejores éxitos de los agentes subversivos y sus profetas.

En esta tarea se distinguieron los mayores personajes de la intelligentzia

"comprometida": Sartre, Marcuse, Foucault (del Colegio de Francia), y sus discípulos.

El principio es la definición de la violencia como contraviolencia, como justa respuesta a una violencia anterior (que viene de la sociedad) aunque ésta sea inoperante.

Esta inversión utiliza el esquema de la “legítima defensa" y la imagen popular del Justiciero de las historietas."

Dado que la agresión es una "justa reivindicación", es evidentemente el agredido el  que, si se niega a ceder, será culpable y es a quien los comentaristas, en los "medios bien informados", juzgarán como "de una intransigencia intolerable que desalienta a los interlocutores".

 

D.3. La Libertad.   La consigna de los agentes subversivos y sus aliados es la de exigirla bajo todas sus formas antísociales, y la de considerar como una ternura emocionante la libre expresión de los instintos destructivos, de la agresividad, de la oposición. Toda regla social... será sistemáticamente denunciada como una traba para la libertad y como una represión... Toda disciplina social deberá ser perseguida y será asociada, en los slogans, al fascismo.

Por esto, la libertad es definida contra la autoridad y la sociedad.

Por esta astucia, todas las acciones antisociales serán cubiertas por el ideal de la libertad" (op. cit., ps. 65‑66).

 

E).   Autojustificar los actuales o eventuales actos de violencia. Lo que significa la justifi­cación del asesinato.

Se encapsula la Revolución con valores extraños a ella (Justicia, Libertad, Paz,  Humanidad, etc.), y se convence al militante de que él es un luchador de esos valores.

Al mismo tiempo, como el enemigo es presentado como un secuaz de Satanás o un criminal de guerra, el guerrillero se autoconvence de que él representa la conciencia moral de la Humanidad, encargada de ajusticiar al protervo "fascista".

Tanto o más que sobre los terroristas este tipo de propaganda resulta eficaz con las "almas nobles", los pánfilos y utopistas que adhieren desinteresadamente a la causa revolucionaria. Estos son usados como escudos protectores, como biombos cobertores, ante las autoridades y la opinión pública.

 

F.). Contagiar de la subversión y crear una reacción en cadena.

La impunidad guerrillera le atrae la adhesión de los rebeldes natos, aunque carezcan de  formación ideológica.

Los que ansían la revancha por sus inferioridades orgánicas o funcionales:

 

        "Pero, además, se acercan los agrios, los desafortunados, los humillados y los inferio­rizados con ganas de tomarse la revancha, los perseguidores perseguidos y otros paranoicos y la masa de sicópatas en estado de agresividad crónica contra los demás...

        Los siguen con placer... los adolescentes en período de crisis de oposición, muy contentos de gritar su odio a todos los valores "gerontocráticos..." y se les unen otros tantos "adolescentes prolongados" que no aceptaron jamás entrar en la vida.

        Todos los violentos trabajando por su cuenta se enardecen y se multiplican... ', (op. cit., p. 70).

 

En tales resentidos personales la Revolución halla sus aliados, que son los que le dan esa  tonalidad anárquica tan visible en todos los procesos revolucionarios en su etapa subver­siva.

        A todos estos objetivos es funcional y fundamental la colaboración de los "medios de

comunicación de masas" ("mass rneclia").

Sin su complicidad no hay subversión posible. De ahí que se alimenten los "medios" con diversos materiales.

Una de esas fuentes son las acciones violentas de la guerrilla en el territorio nacional. Otra, las informaciones provenientes del exterior acerca de hechos análogos.

Una tercera, la crítica de los errores y equivocaciones de la autoridad nacional.

Y una cuarta, la propaganda adversa a gobiernos extranjeros que soportan una embestida guerrillera similar.

 

        De este modo se produce una sinergia funcional entre ambos recursos: los hechos reales y su manipulación y amplificación publicitaria. De ambos, no cabe duda que el segundo es el principal.

        Más importante que la conducción de las operaciones militares es el manejo de la opinión pública acerca de ellas, tal como se comprobó ya en la guerra de Argelia.

"Sin los «mass media» ‑dice Mucchielli‑ ningún volun­tarismo revolucionario tendría la menor posibilidad de triunfo".

Al respecto, hay que advertir un fenómeno intrínseco a los "medios". El "apetito" de novedades informativas de los "medios" (TV, radio, prensa, cine) es devorador.

Pues bien, la subversión necesita de ese apetito.

Sus "huelgas de hambre", sus "conferencias de prensa salvaje", sus "emisiones piratas", sus "comunicados", sus "filmes documentales", etc., van directamente encaminados a satisfacer el afán noticioso de los "mass media":

 

        "Siempre y en todas partes, los periodistas y reporteros televisivos son invitados y encuentran como por arte de magia las "guaridas" de los guerrilleros donde los mínimos detalles han sido calculados para dar a la "entrevista" un carácter espectacular desti­nado a la opinión pública.

        Los atentados terroristas, cuyo fin, como dije antes, es únicamente publicitario, son inmediatamente "reivindicados" por cartas o llamados telefónicos a los periódicos, radios o canales de televisión.

        El buen público descubre así, sumido en el pánico mudo, las "organizaciones" de terroríficos nombres ("Brazo de la Revolución", "Justicia del Pue­blo", "Septiembre Negro" u "Octubre Rojo...") y cree que un vasto y fuerte movimiento existe en la sombra (cuando se trata siempre de un ínfimo grupito o incluso solamente 3 ó 4 fanáticos) y observa la impotencia de las fuerzas del orden del Estado.

        Todos los órganos de los "mass media", en nombre del deber de informar, se ponen en movimiento y se enajenan para difundir la noticia, martillando siempre en el mismo sentido a la opinión pública, creando íntegramente el clima deseado por la subversión" (op. cit., p. 77).

 

Esto es una regla general, que se aplica a toda clase de órganos de prensa. A ese fin, la subversión divide los "medios" propios de los extraños.

Así, pues, distingue estas clases:

 

      Periódicos publicados por los grupos de acción directa. Restringidos, encaminados por lo común tan sólo a dar ánimo a los guerrilleros.

 

      Periódicos y revistas de gran difusión que participan directa e intencional mente en la acción subversiva. Con artículos, con reportajes, con gacetillas de prensa preparadas por los guerrilleros, etc. Se caracterizan por la información tendenciosa que proporcionan. Roger Mucchielli expone algunos de los procedimientos que usan:

 

1)     la noticia absolutamente falsa, para cuya verificación el auditor o lector no tiene

ninguna referencia. El desmentido puede, por otra parte, ser proporcionado ulteriormente sin perjudicar el efecto de la primera noticia,

 

2)     la selección de informaciones, una por una verdadera, pero elegidas con una misma intención,

 

3)     la mezcla de informaciones verificables y de informaciones subversivas,

 

4)     el comentario "orientado" después de una información verdadera,

 

5)     el montaje de una información verdadera que puede ser probada concretamente,

en un contexto que le cambie el sentido,

 

6)     la información incidental tendenciosa, proporcionada sin darle importancia, en el

curso de una información que tiene un objetivo totalmente distinto,

 

7)     ampliación y desfiguración de una información verdadera de modo de suscitar sen­timientos exagerados en el lector o auditor,

 

8)     repartición desigual de la extensión y calidad de las informaciones en pro y en contra, a beneficio del aspecto elegido para orientar al lector o auditor (ej.: gran publicidad dada a una represión y débil a la provocación),

 

9)     “'Vestido" de una información subversiva con un hecho real,

 

10)   información sin conclusión pero hecha de tal forma que el lector o auditor saque por sí mismo la conclusión que se impone" (op. cit., p. 79).

 

Este es el "Decálogo de la Desinformación". que, durante la Guerra de Argelia estrenaron los "medios" de la Izquierda francesa para auspiciar la subversión argelina.

Vladimir Volkoff,  en su célebre novela "Le montage" (París, 1982), ha dado los principales ejemplos de cómo funnciona este sistema comunista de "propaganda indirecta".

 

Entre otros, efectuar una entrevista e TV a dos personajes políticos, uno marxista y otro anticomunista, a fin de mostrar “ecuani­midad" y "equilibrio informativo".

Claro que estas personalidades han sido bien seleccionadas.

 

El marxista es lúcido y perspicaz.

El otro, un majadero.

 

Al primero se le preguntan las cosas que cuentan.

Al otro sólo se le da intervención en aspectos irrelevantes. En todo caso, si llegara a proferir alguna expresión preocupante para la causa revolucionaria, siempre queda el recurso de la interrupción del locutor, aduciendo razones de espacio o avisos comerciales, o el corte liso y llano del "tape"...

 

-        Periódicos, revistas y emisiones de gran difusión que son "neutras".

Acá la operación quiere de mayor sutileza.

Como en el ejemplo antes dado, se busca que concedan “igual parte” a las "diversas tendencias de la opinión", aunque una represente la tendencia del 95% de los ciudadanos y la otra al 1 por 1.000.

Que la lectura de un fallo judicial condenatorio de un terrorista cuente con igual espacio que la de la filmación de un panfleto contra la sentencia distribuido a la salida de los tribunales.

 

-        Periódicos, revistas y emisiones de gran difusión que están "contra" las empresas revolucionarias.

Se entiende que no sean "fascistas", puesto que a estos anticomunistas sólo se les  distribuyen bombas.

A los demás, lo que se les pide es que destinen gran espacio a las noticias subversivas, aunque sea para atacarlas.

Que hablen del asunto, aunque sea “en contra". Ya que sin publicidad la subversión no puede vivir. Su mundo, en gran proporción, está “en las imágenes" de las cosas, no en las cosas mismas.

En el "discurso" sobre la realidad, no en la realidad en sí.

Más que el éxito de la emboscada tendida a las fuerzas de seguridad, se confía en las imágenes televisivas inductoras de descrédito para las autoridades, y de indignación del público por los errores que la represión pudo cometer ante aquella emboscada.

Porque la lucha subversiva se libra en la mente de la gente, en los juicios colectivos ya veces inconscientes de la opinión pública. A ese efecto, hasta el periodismo anticomunista puede servir a la empresa comunista.

 

En su estudio del tema de la guerra sicológica, el autor que seguimos analiza a conti­nuación una serie de técnicas particulares de la acción subversiva.

 

Examina primero las técnicas sobre la opinión pública. Todas ellas destinadas al cultivo de la indignación.

       

(Primera técnica especial)

La primera, la organización del descrédito de las autoridades establecidas.

Al respecto, algunas técnicas usadas son las siguientes:

 

-       Elaborar la imagen del poder como opresor y del Estado como ilegítimo.       

El cultivo se hace a base de calificativos peyorativos: "oligarquía de mandarines", "fantoches a sueldo del extranjero", "títeres del imperialismo yanqui", "mascarada electoral", etc.

La dramatización y reiteración de los epítetos es decisiva.

 

       Elaborar la imagen del poder como policial y de la sociedad como represiva. El “sistema" es exhibido como una maldad, persecutoria, que debe ser "desenmascarada".

Las coacciones propias y naturales del poder estatal o social son presentadas como  inhumanas y atentatorias de la "libertad".

El anarquismo, el nihilismo, son instrumentados para atacar el poder establecido por "alienante". A su vez:

 

"Contra él, reivindicará el contrapoder, definido únicamente como fuerza destructiva (sin jamás un programa positivo, de forma de utilizar las impulsiones agresivas y opositoras en estado bruto): «poder negro», «poder indio», «poder estucliantil», «poder joven», «poder de estudiantes secundarios »... " (op. cit., p. 89).

 

Para acentuar el carácter de “Estado Policial" del enemigo se buscan las provocaciones que obliguen a la represión.

 

Organización del descrédito.

 

-            Organizar el descrédito del poder a través del desprestigio de los pilares del  poder. Esto es: "manchar la reputación de los jefes sociales".

-            Se hurga en la vida privada, se espía, aunque sea en los recipientes de la basura, concentrándose en ciertas figuras claves.

-            Obtenido algún dato, se lo publicita. Se ultraja, se mofa, se escarnece a estas personalidades, o a sus parientes, amigos o allegados.

-            Se forma un "fichero de personalidades", con informaciones o chismes, y se empieza el ataque "ad hominem", para provocar la renuncia o destitución del afectado.

 

Mucchielli ejemplifica esta técnica con el "caso Watergate":

 

        "El mejor ataque «ad hominem» exitoso fue, sin discusión, el que condujo a la  caída del presidente Ríchard Nixon en agosto de 1974.

        El "caso Watergate” tramado en la primavera de 1973, tenía por objeto, desde sus comienzos, la caída de Nixon en la ignominia y su partida de la Casa Blanca (y él partió por sí mismo ‑ después de un añ y medio de lucha ‑ bajo las miradas indiferentes de la mayoría silenciosa).

        Aunque el fin urgente y próximo haya sido, sin ninguna duda, favorecer la victoria de Vietnam del Norte haciendo caer al presidente de Vietnam del Sur, Thies, (privado del apoyo resuelto y potente que le aportaba Nixon), esta operación muy indirecta llevada a cabo con perseverancia y brío por los 14 periodistas del diario Washington Post, aferrados al presidente como perros devoradores, encontró el apoyo incondicional de todos lo enemigos políticos de Nixon (el grupo de Alger Hiss, el de Daniel Elisberg y el más poderoso de George Mac Govern, candidato de la oposición, amigo personal de Fid Castro y "supporter" de todos los movimientos favorables a los comunistas del Vietna del Norte)".

 

Con casos como el de "Watergate", Mucchielli señala las cinco fases en que se desco pone este tipo de operaciones:

 

1.‑ Búsqueda de un hecho que será considerado como revelación de un secreto bien conservado (por razones de Defensa Nacional ... )

 

2.‑ Revelación ruídosa, por un órgano de prensa o un instrumento de "mass media» del hecho "descubierto", insistiendo en tres aspectos:

 

a) Se ocultó ese hecho, lo cual "prueba" que se quiere engañar o que se engañó a la opinión pública.

Este primer aspecto otorga al periodista la aureola de desfacedor de entuertos.

 

b) Las razones de ese secreto son exclusivamente razones "que la moral reprueba”.

Se ignorarán deliberadamente los verdaderos motivos y se indignarán acerca de los atentados contra los valores universales y los ideales humanitarios.

Este segundo aspecto otorga al periodista la aureola de una moralídad inatacable.

 

c) El "asunto" es revelador de un estado de cosas típico, es un símbolo.

Hay que llegar, entonces, hasta el fondo de las revelaciones, descubrir todo el resto, mostrar la podredumbre del Estado que se desea abatir.

 

3.‑ Orquestacíón por el conjunto de los "mass media" que multiplican al primer pregonero.

 

4.‑ Acusación, por los "mass media", del o de los culpables, de los "verdaderos culpables", reivindicación expresada con la fe intransigente del Justiciero.

Esta fase pone la o las personas apuntadas en posición defensiva (sobre este  tema, hay que notar que esta trampa funciona siempre, la persona atacada se defiende y habla para defenderse sin pensar en desmontar la operación‑trampa y sus motivaciones).

 

5.‑ Explotación de la situación así creada: Se observa que el otro, defendiéndos reconoce su posición de acusado; se descubrirán y se denunciarán las mentiras que

será llevado a decir en su defensa, y "todo lo que diga será utilizado en su contra".

Se extremará la acusación y el cultivo de la indignación hasta el punto en que todo defensor se volverá sospechoso.

No habrá pronto ningún defensor más" (op. cit., ps. 93‑95).

 

Utilización de incidentes

 

      Utilización de incidentes fortuitos, de faltas y de errores del enemigo. Incidentes callejeros, tonterías de un policía, declaraciones intempestivas de un parlamentario o de un funcionario, etc., que se magnifican y desorbitan.

Un caso típico fue el de la aldea vietnamita, atacada por un pelotón de soldados norteamericanos al mando del teniente Calley (se mataron 2 civiles, que, para la prensa, se transformaron en 200 muertos).

 

También opera la denuncia toda contraofensiva como una maniobra de propaganda enemiga.

 

Si algún escritor quiere denunciar la subversión es tildado de "agente policíaco".

 

El periodista que se anima a mostrar resultados del vandalismo de los 1umpen" y marginados en sus manifestaciones es tachado ..soplón".

 

La bibliografía anticomunista o antisoviética, en su conjunto, es considerada “fascista".

 Los grupos estudiantiles subversivos arrasan con las instalaciones universitarias. Ante ello, si las autoridades académicas contratan vigilantes para impedir la reiteración de desmanes, son acusados de "provocadores" y "serviles" con la "dictadura".

 

Así, los filmes estadounidenses que exhibían los terrores de las prisiones vietnamitas del norte o que colocab­an personajes de soldados valientes y patriotas, eran desacreditados por las usinas de “crítica" cinematográfica, como "chauvinistas", "belicistas", "aburridos", o financiados por Pentágono.

 

Ni hablar del coro que se levantaba ante los excesos o abusos aislados que, como en toda guerra, se producían por las tropas anticomunistas en Vietnam.

 

La situación de los tribunales populares

 

      La situación de los “tribunales populares". Procesos singulares. Con "jueces" y fiscales nombrados de entre los mismos guerrilleros, sin defensores, con la evidencia adelantada que acusado es culpable por su sola condición de "contrarrevolucionario".

Farsas a las que se dado el máximo de publicidad.

En el tomo primero de las "Obras" de Mao‑Tsé‑Tung se marcan las pautas de estos "procesos".

Lo que cuenta es que el acusado, destruido moral y físicamente, "confiese" ante las cámaras del cine o la televisión su máxima culpa: la de no haber entendido la Revolución, y haberla combatido junto a los colonialista e imperialistas.

Por otra parte, se montarán esas "declaraciones" con imágenes del pueblo indignado que, lleno de cólera, vitupera al acusado, es decir, al condenado.

De los ejemplos del Extremo Oriente los grupos guerrilleros occidentales han tomado buena nota para fabricar sus propios “tribunales del pueblo".

 

Roger Mucchielli destaca las siete notas que ofrece este tipo de operación, “tribunales populares”:

 

1.‑    Comodidad y facilidad de la apertura del proceso, con un tribunal que no tiene que rendirle cuentas a nadie.

Mecanismo que no sólo funciona para los casos de secuestrados "cárceles del  pueblo", estrictamente guerrilleras, sino también para las "comisiones investigadoras populares", que colaboran con los guerrilleros y que, por su lado, elaboran "informes" seudo‑jurídicos para enlodar a las FF.AA.

En uno u otro caso "nadie cuestiona a los acusadores justicieros acerca de sus poderes, ni de sus mandatos".

 

2.‑    Los acusadores representan "al pueblo" por propia decisión. Son la "conciencia moral" del pueblo. Por tanto, se hallan investidos por la Santa Cólera de Dios para promover Juicio Final.

 

3.‑    Desde esta cómoda posición, negativa y divinizada, podrán manejar la opinión pública nacional e internacional por la repetición de los "mass media".

 

4.‑    El desprestigio del individuo "juzgado" es completo... neutralizado perdurablemente por efecto del mismo terror, un cierto número de sus amigos cesan toda relación con él después de su "comparecencia" espectacular.

 

5.‑    El individuo cuenta poco, lo que cuenta es disociarlo de la población y, a través de él, destruir el poder del Estado que se quiere abatir.

 

6.‑    El júbilo y total impunidad con la que estos tribunales arrestan, coadyuva a la desmoralización estatal.

 

7.‑    El hecho de que estos "tribunales" sesionen, da la sensación de la existencia de una organización político‑administrativa guerrillera, de un contrapoder, o poder popular, alternativo al poder estatal,

 

(Segunda técnica especial)

 

La segunda técnica especial apunta a la acción de pequeños grupos sobre grupos más grandes.

Como, en realidad, el voluntarismo revolucionario nada tiene que ver con el "pueblo" o  las masas populares, meras fórmulas verbales de propaganda, se trata de provocar el rechazo por las consultas populares.

En tal sentido, los pequeños grupos bien cohesionados pueden efectuar una actividad de disociación de los grupos mayores.

Así, aparecen estas tácticas:

 

a.‑    Neutralización del recurso a la consulta popular.

Boicot de las elecciones libres, sean cuales fueren. Bajo el slogan: "elección, traición" han operado en diversos países como lo ha descrito Luis Mercier Vega:

 

        "En 1962, en Venezuela, el «Frente Revolucionario» denuncia lo que llama una  «farsa electoral» (las elecciones en el Parlamento y la elección del sucesor de Betancourt, presidente de la República, elecciones previstas para diciembre de 1963) y se compro­meten solemnemente a imposibilitar la consulta" (de todos modos las elecciones tuvieron lugar y fue electo Leoni, con una abstención menor al 10%).

 

        Camilo Torres declaraba, en enero de 1966, a los colombianos: "El pueblo sabe que las vías legales están agotadas. El pueblo sabe que no queda más que la vía de las armas". Acá el «pueblo» es una invocación mística, que poco tenía que ver con los colombianos.

 

        En julio de 1966, el Movimiento de la Izquierda Revolucionaria proclamaba a los peruanos: "Como movimiento auténticamente revolucionario, hemos rechazado las vías del compromiso y del acuerdo con los explotadores, hemos desechado los métodos electorales burgueses" (ese grupúsculo del MIR fue pronto exterminado).

 

        En mayo de 1966, en el periódico "La Cognée", Nº 58 de Quebec, el Frente de la Liberación de Quebec (FLQ.) llega impunemente a este sofisma asombroso:

"En una verdadera democracia no hay llamado al pueblo. Es el pueblo quien gobierna y el pueblo no puede llamarse a sí mismo".

 

        Se conoce la sorpresa de los ingenuos socialistas portugueses cuando, en 1975, habiendo logrado la mayoría popular en las elecciones, comprobaron que la alianza comunista izquierdista minoritaria que había tomado el poder respondió que no había que tener en cuenta las elecciones dado que el pueblo ya estaba en el poder" (op. cit., ps. 102‑103).

 

Todo lo cual no es más que la repetición del famoso dicho de Fidel Castro: "elecciones ¿para qué?".

 

b.‑    Disociación de los grandes grupos o de los grupos constituidos que pueden resistir a la subversión.

        Unas, apuntan a separar a los líderes de su comunidad. La propaganda maoísta, en  1971, declaraba que nada tenía con el "pueblo" norteamericano, y que su lucha era sólo con el "gobierno" norteamericano.

        Los vietnamitas del Norte lo repitieron, separando a los "soldados" estadouniden-ses de sus jefes y oficiales. Así decía que "el Vietcong no es hostil a todos los americanos, sino sólo a aquellos que obedecen a Nixon".

        Y la República Popular de Vietnam del Norte declaraba que quería entablar relaciones diplomáticas "de pueblo a pueblo".

 

Otras, procuran utilizar valores oficiales del grupo tomado como objetivo. Operan con la  infiltración. Como ha sucedido con diversas entidades religiosas:

 

        "De este modo, la Acción Católica Universitaria de Francia declaraba en un  comunicado sintetizando el encuentro nacional de Dijon (del 15 al 18 de abril de 1971):

 

        "Pensamos hoy que la Universidad y la Sociedad no son reformables: toda lucha y todo proyecto que no se inserte en un cuestionamiento global del sistema capitalista, refuerza la lógica de este sistema que se mantiene fundamentalmente alienante".

        La conclusión es enton­ces una incitación a los miembros a enrolarse en la acción directa violenta.

        En un libro reciente, titulado "Théologie de la révolution" (publicado por Editions  Univer­sitaires), el Padre Joseph Comblin expone, en el mismo sentido, que "el cristianismo es revolucionario por naturaleza..."

        Se sabe que la explotación de la animosidad del clero menor contra la autoridad de la jerarquía es igualmente un medio para crear y extender el famoso "malestar" de los círculos católicos" (op. cit., p. 106).

 

Aclaramos que el Comblin citado por Mucchielli es el mismo ex dominico francés instalado en Chile, a quien la Vicaría de la Solidaridad le publicaba sus folletos revolucionarios.

Lo que sucede con los grupos religiosos se hace también con sectores docentes, invocando en este caso la "relación escuela‑vida", la "creatividad frente a la disciplina asfixian­te", etc.

En sentido análogo actúan las técnicas de corrupción de la moralidad en los grupos que hay que disociar.

Acá se trabaja con la inmoralidad, con la relajación de las costumbres. Esa es, casi podría decirse, la función habitual del periodismo de izquierda, que vive inyectando discordia y conflicto en los grupos familiares.

El erotismo, la pornografía, las exhibiciones obscenas son el pan de cada día de esa prensa amarilla. De manera que cuando se les solicita que ‑ conforme a las tácticas de Antonio Gramsci ‑ orienten su prédica disolvente hacia los grupos juveniles para tornarlos aptos en los cuadros subversivos, no les cuesta mucho acceder a la petición.

Los mismos jóvenes son alentados a expresarse a través de los "grafitos" y "rayados", con procacidades inmorales o antisociales.

El consumo de estupefacientes y alcaloides es otra buena rama del mismo arte.

Sabida es la influencia enorme que sobre los jóvenes conscriptos norteamericanos en Saigón tuvo la consumición de opio y heroína pura, casi regalada; (por algo Chou‑En‑Lai manifestó a un diario de El Cairo que la heroína era el “arma secreta" de los vietnamitas contra los estadounidenses).

En la retaguardia norteamerican­a operó por esos años la marihuana como elemento íntimamente asociado a los grupos objetores de conciencia", "hippies" y otros similares, que boicoteaban la guerra de su país, aconsejando la deserción.

Más adelante, tanto en ellos como en los europeos e iberoamérica­, la cocaína fue la droga que alcanzó el primer lugar en difusión, siempre vinculada al antimilitarismo y al pacifismo.

 

Otra técnica es la del desarrollo de la sospecha interna en los grupos organizados susceptibles de oponerse a la subversión.

La presunción de traición se puede instigar desde fuera o desde dentro del grupo.

En el primer caso, como lo hizo Sefton Delmer o la propaganda vietcong, merced a un exacto conocimiento del enemigo, se puede conseguir credibilidad para informaciones falsas.

 

Más común es el segundo caso, denominado en la jerga marxista “entrismo".

Con estos infiltrados se tiende a paralizar los grupos claves (ejércitos, universidades ­sindicatos, etc.). Desde dentro se buscan adictos para organizar campañas anti‑represión, democratización, o profundización de la democratización, etc. La cuestión es sembrar la anarquía, y paralizar el enemigo.

 

 

Todas las técnicas enumeradas cuentan con un margen de posibilidades para el éxito, dadas  ciertas características en los sujetos‑víctimas a los que están destinadas. Esto es: dependen de las actitudes o reacciones de los interlocutores.

 

Una reacción favorable es la de los incrédulos:

 

        “Informados o suponiéndose tales, éstos «no creen» en la subversión.

        “Para ellos, la subversión, como el ogro de la fábula, el cuco de los cuentos infantiles o el monstruo del lago Ness, es fruto de la “imaginación" de obsesionados...

        “Dicen que conviene "no dramatizar” la situación...

        “Subrayan, a modo de explicación: el conflicto generacional, la necesidad de expansión de todos los jóvenes, los complejos personales y la disidencia política normal...

        “Para ellos... el estado de ánimo actual es la violencia.

        “El sorprendente sincronismo de las acciones es pura coincidencia y hasta incluso exageración tenden­ciosa" (op. cit., p. 124).

 

Este tipo de persona no prestará, "en el mejor de los casos, más que una atención és y  apegada a la idea de lucha contra la subversión".

 

Sujetos semejantes son los "calculadores oportunistas". Estos sí creen en la existencia la  subversión, pero se preparan para ser los beneficiarios de ella, subvencionando secretam­ente a los grupos y periódicos revolucionarios.

 

Los "crédulos" no son lo contrario de los “incrédulos". Son las "almas nobles", los “cándidos", simpatizantes por idealismo político en la propaganda subversiva. Aptos para fomar en los organismos de “fachada" o cobertura de la empresa revolucionaria.

 

Los "abandonistas" también sirven, a su manera, a la Revolución.

Como sirvió Chamber­lain a Hitler en Munich, en 1938. Creen en la posibilidad de entendimientos, de negociaciones pactos con la guerrilla.

Por supuesto que tales tratados son "papeles mojados", que el revolucionario está tan pronto a cumplir como cumplió Fidel Castro sus alianzas con Betancourt, con Prío Socarrás, con Manuel Urrutia, etc.

(Como la DC chilena a las “garantías constitucionales”)

 

Luego están los "cínicos", para quienes sólo el tiempo curará de ese "sarampión" pasajero.

Confían que la fascinación del poder corrompa y desencante a los revolucionarios a vez que hayan triunfado. Consideran, por eso, que luchar contra la subversión es inútil, basta que la instalación del terror policial socialista ponga a fin sus sueños.

 

Aún entre los "convencidos" puede haber algunos "obsesionados" con el tema, que le  adjudican proporciones tentaculares, satánicas, irracionales, omnipotentes, invencibles.

Los que ven “trotskystas por todos lados".

Estos creyentes tampoco sirven para combatir la subve­rsión. O se paralizan, o confunden a los demás, o provocan el ridículo.

 

Por todos estos sujetos‑tipo, dice Roger Mucchielli, es muy difícil la lucha antisubversiva, ya que se trata de usar los recursos ordinarios y extraordinarios de la ley; de utilizar el “contra‑llamado" al pueblo como parte de la contrainsurgencia.

Acerca de este asunto, o sea los modos de combatir la subversión, no nos vamos a explayar en este momento. Lo taremos después.

 

En todo caso, ya valdría la pena acotar que una de las mejores maneras realizar esa lucha es con la ironía, con el ingenio.

Dado que los subversivos son unos “amargos" que fuera del humor negro, no entienden del arte de provocar una sonrisa, es más fácil desmitificarlos a base del ridículo.

Claro que ello exige un "esprit de finesse" que contrarr­este la actitud simplificadora, simplista, esquematizadora, tan común en los subversivos.

Eso, precisamente, es lo que han hecho algunos ensayistas franceses.

Tal, v.gr.,

-        Jean Doutourd «Lecole des jocrises": La escuela de los simples, Flammarion, 1970),

-        Maurice Lelong ("Le lexicon": El lexicón, Robert Morel, 1971),

-        Louis Pauweis ("Lettre ouverte aux gens Ineureux": Carta abierta a la gente dichosa, Aibin Michel, 1971),

-        y B. Komprobst, J. F. Bazin y L. Foncine ("Petit lexique de la subversión": Pequeño léxico de la subversión, Alsatia, Strasbourg, 1969).

 

En otro orden menos irónico, se pueden consultar:

-        J. M. Domenech, "La propaganda política", París, P.U.F., 1965;

-        Jacques Ellul, "Propagandas", París, Armand Colin, 1962;

-        M. Megret, "La guerra sicológica", París, P.U.F., 1963;

-        Pierre Nord, "La intoxicación", París, Fayard, 1971;

-        Spurys, "La acción sicológica", Revista Militar de Infantería, 1958;

-        V. Volkoff, "Le retournement", París, 1979.

 

Y, para los aspectos ideológicos de fondo, los capítulos "Sicología del materialismo dialéctico" y "Sicología de las religiones seculares", del gran tratado de Jules Monnerot, "Sociología de/ Comunismo" (Madrid, Guadarrama, 1968).

 

Para sintetizar el aporte de Roger Mucchielli podemos volver sobre su definición de  subversión: "el conjunto de recursos sicológicos que tiene como objetivo el descrédito y la caída del poder establecido".

Parte integrante de la Revolución, y, por ende, de la Guerra Irregular.

Una técnica codificada tendiente a derrumbar un sistema no socialista por sí sólo, "como una fruta podrida".

La Guerra Irregular presenta un gran costado sicológico.

Entre esas facetas se halla esa técnica de subversión desmoralizadora que acabamos de ver.

Dado que Chile no estaba dispuesto a colapsar como "una fruta podrida", a manos de esos manipuladores de mentes, el lector ya se irá explicando por sí mismo el por qué de la inquina con que nos favorecieron y nos siguen favoreciendo tales "caballeros".

En el fondo, toda la cuestión radicaba en saber distinguir entre la verdad y la mentira.

Y, como ya se dijo hace veinte siglos, sólo la verdad nos hace libres.

 

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